¿Qué anchura tiene la frontera entre un gran poder (presidente de gran potencia, por ejemplo) y una falta total de poder (por ejemplo, emigrante sin papeles)? La medida de esa distancia nos dará, inversamente, la de una democracia. Para tratar de acortarla está el voto cada cuatro años, una chispa de conexión inalámbrica entre el no-poder y el poder. Luego está la calle, el lugar al que la gente se echa cuando se harta, y que le come distancia protectora al poder, hasta llegar alguna vez a su puerta. Una versión en papel de la calle es la prensa, que se le encara a veces y otras da voz a la gente. Obama ha ideado un complemento: lee cada noche 10 cartas de cada 20.000 que le escriben. El problema es que le seleccionan las 10 sus funcionarios, guardias de la frontera. Notaría como ésta se estrecha si las cogiera al albur, metiendo la mano en el saco, con riesgo de que la muerdan.