Queridos españoles, catalanes que no se sienten españoles, gallegos que se creen portugueses, vascos que se consideran la raza superior, andaluces que miran con nostalgia al moro, cartageneros irredentos y demás fauna patria, en mi condición de presidente del Gobierno de todos vosotros y con el noble ánimo de continuar con la que ha sido hasta ahora línea de mi acción de gobierno, es decir, hacer lo contrario de lo que digo y de lo que cualquier persona sensata me recomendaría, tengo el placer de informaros que me propongo invadir Cuba.

Sí, habéis oído bien. Me propongo invadir la bella isla de Cuba. He dado ya las órdenes oportunas a las Fuerzas Armadas para que la flota zarpe mañana mismo, cruce el Atlántico y nos devuelva lo que injustamente nos fue robado en 1898. Para los que duden de que, debido a la crisis, la Armada se encuentre en condiciones operativas para semejante operación, he de deciros que he aprobado que se dedique un 25% del presupuesto de este mes dedicado a coches oficiales para que con ello se sufraguen los costes inherentes a esta acción patriótica. Lo lamento por los alcaldes de las provincias de Murcia y Alicante a los que, por sorteo, les ha correspondido quedarse además sin fondos para asesores para los próximos dos meses. Soy consciente de que las dos medidas unidas les harán recluirse en casa y callarse (al no tener vehículo en el cual desplazarse, ni nada que decir por no haber quien les aconseje sabiamente). Sé el sufrimiento atroz que esto supondrá para sus vecinos. Pero todo sea por España.

Por supuesto, no he requerido en mi decisión ejecutiva ni la intervención de las Cortes, ni la del Rey, pues esto no es una acción de guerra, ni mucho menos, sino una mera reintegración territorial de lo que nunca debió dejar de ser parte de la común tierra española. Como todos percibiréis, me guío en mi línea de acción por la legalidad internacional creada por Rusia al anexionarse Crimea. Pues, ¿no es cierto que si Rusia tiene derecho a anexionarse Crimea por ser sus habitantes ruso-hablantes, nosotros hemos de tener el mismo derecho respecto de Cuba al ser los cubanos hispano-parlamentes? Resulta evidente. Y si los crimeos han de ser protegidos por Rusia al ser el Gobierno de Ucrania ilegítimo y fascista, ¿no hemos los españoles de proteger a los cubanos de sus gobernantes dictatoriales y además peligrosamente envejecidos? Yo, Mariano, que soy la viva imagen del dinamismo juvenil, he decidido cargar sobre mis hombros la que sé misión providencial de España.

¡Cuba española! Por supuesto, será necesario realizar un referendo para que los cubanos manifiesten su irrefrenable voluntad de ser españoles. Para ello, y una vez la isla se encuentre bajo nuestro control, he decidido enviar a Cuba al mayor experto español en consultas y referendos, esto es, a Artur Mas. Soy consciente de que, con este nombramiento, corremos el riesgo cierto de que en dicho referendo los cubanos pidan simultáneamente unirse e independizarse de España. Pero todo sea por la democracia. Además, mi ministro del Interior, en los ratos libres que le deja su relación con el espíritu de Santa Teresa, me ha informado de que Cuba ha de adaptarse a la rica realidad española desde el primer momento y nada mejor para ello que enviarles al bueno de Artur.

La vuelta de la hermosa isla caribeña al redil hispano no reportará más que ventajas. Nosotros disfrutaremos de sus lujuriosas playas y ellos de la grandeza de nuestra clase política. Es por ello que, una vez se consume la unión, tengo la intención de mandar a mis compañeros de Gobierno y de partido a tierras cubanas a ilustrar a nuestros nuevos compatriotas en las bondades de la democracia española: lo primero será organizar la isla en varias Comunidades autónomas; a continuación habrá que crear unas cuantas Diputaciones provinciales; los municipios de rigor; unas pocas empresas públicas... Lo imprescindible para que la democracia sea tal y los cubanos dispongan de lo esencial para el triunfo de la libertad: una Administración sólida y rica en organismos. Una vez hayamos logrado semejantes logros, el ministro Montoro se desplazará a Cuba para elaborar y establecer los lógicos impuestos y tasas que sostendrán dicha estructura administrativa. La libertad no es gratis, como todos sabemos.

Alguno me dirá que tal vez la Unión Europea, adalid de la legalidad internacional, fiero defensor de la democracia, podrá oponer que invadir un territorio no es modo de promover las libertades individuales. Pero, por utilizar la acrisolada terminología de las instituciones comunitarias, ¿no es menos cierto que ti ri ri ti ti, tu ru ru ru tu tu? Exactamente. Así pues, no habrá problema alguno siempre que les devolvamos la deuda a los alemanes.

Os informo que si la unión con Cuba se desarrolla satisfactoriamente, nuestro siguiente paso será la anexión de la República Dominicana, de Puerto Rico, de Méjico, pero sólo Cancún, de Costa Rica, pero sólo sus parques naturales, y Portugal que se vaya preparando, que si allí bien es cierto que hablan otro idioma, también lo es que aun no se ha conocido español que le hable en portugués a un lusitano, ni lusitano que se exprese en su idioma a un español.

Es el deber de mi administración proporcionar el máximo bienestar a los españoles. Podría reducir la Administración política, no lo niego. Podría eliminar las instituciones y organismos políticos que hacen lo mismo que otras instituciones y organismos políticos, qué duda cabe. Podría defender los derechos sociales, proteger los sueldos de los trabajadores, mantener un mínimo de sensatez gubernamental o, simplemente no incumplir todas mis promesas electorales. Podría hacer todas esas cosas, es verdad.

Pero, oye, si Putin invade Crimea, se la queda y lo más que le hacen es dejar sin vacaciones en Torrevieja a un par de sus palmeros, ¿acaso no voy yo a anexionarme Cuba y mantener bien alto el listón de comicidad política que España merece?