No se debe criminalizar, como se pretende, a organizaciones fundamentales por las presuntas actuaciones personales de alguno de sus miembros; si así fuera y se aplicara la misma vara de medir, dejarían de ser ´necesarias´ otras como las empresariales y sobre todo algunos partidos políticos en los que presuntos delincuentes campan, en pasado y en presente, a sus anchas para sonrojo de todos. Los sindicatos son una más de las tantas obsesiones paranoides que tiene la derecha rancia que padecemos en una clara añoranza de los sindicatos verticales del franquismo. Cierto es que, como las cosas sigan así, los sindicatos dejarán de ser necesarios, no por su gestión, sino porque no quedarán trabajadores a los que representar con un Gobierno absolutamente incapaz, un presidente títere, una reforma laboral que flagela a los potenciales trabajadores y una ministra de (des)Empleo que tiene como única política rezarle a la Virgen del Rocío.