Recuerdo de niño un circo que anunciaba algo inédito. Era el circo del unicornio. Exhibían una criatura mitológica de verdad. Algo así era digno de acaparar la atención de cualquiera, así que aguanté pacientemente cada actuación que se alternaba con el anuncio de la inminente aparición del unicornio. Tres horas después, llegó el momento esperado. Le dieron dos vueltas a una cabra 'tuneada' con un cuerno pegado que acabó medio caído. Lo peor no fue la decepción; dejé de creer en la magia del circo.

A inicios del pasado mes de junio, el presidente Ramón Luis Valcárcel anunciaba a bombo y platillo en el debate del Estado de la Región, un ambicioso plan de choque contra el desempleo juvenil alineado con la Estrategia de Empleo Joven delministerio de Empleo, ya anunciada en marzo, con una aplicación presupuestaria de 76,5 millones de euros entre 2013 y 2014.

Un plan de choque es prometedor en medio de tanta austeridad. La situación económica y social así lo reclama. Según los últimos datos de la EPA, la tasa de paro en nuestra castigada región (29,13%) es tres puntos superior a la estatal. La crisis nos ha golpeado duro, pero en especial a nuestros jóvenes; en el 2012, la tasa de paro de menores de 25 años ascendió a un 55,6%. El naufragio del modelo titánico del ladrillo, que había incentivado el abandono prematuro de los estudios, ha arrastrado al fondo oceánico del paro a miles de jóvenes murcianos sin chaleco salvavidas.

Pero además, como revelan el excelente estudio del CES El mercado laboral de los jóvenes en la Región de Murcia del 2011 y la Memoria anual del 2013, el peso de cada colectivo de desempleados, por cada nivel de estudios, es mayor que la media estatal y el diferencial mayor recae en el nivel de estudios universitarios. Esto denuncia nuestra debilidad para utilizar los recursos humanos mejor cualificados. Una región con tres universidades pero sin tejido productivo técnico que los pueda contratar pierde dinero convertido en capital humano.

Con este panorama, el anunciado plan se esperaba como agua de mayo. Pensaba que tal vez se habrían dado cuenta de las debilidades estructurales y específicas de la economía murciana. Quizá aprovecharían nuestras fortalezas y ventajas competitivas en el sector turístico o la productividad en el sector agroalimentario o facilitarían la exportación o el crédito para nuestras estranguladas pymes o fomentarían la innovación. Por fin, a finales de julio, se publicó el plan.

Son veinticuatro programas de los que seis provienen de los programas para el fomento del empleo del 2012. Es difícil creer que, lo que no creó empleo en el 2012, ahora lo vaya a hacer acotándolo a menores de 30 años. Ocho medidas tienen que ver con la formación y la cualificación, a destacar la beca de segunda oportunidad de 1.200 euros para un máximo de 1.250 jóvenes. Siete son medidas de orientación e información, de las que reducen el desempleo friccional pero no necesariamente el estructural. Sólo ocho incentivan la contratación aunque sólo dos buscan la no precariedad. Además, al menos ocho de estas medidas están poco o nada definidas, falta el mecanismo o sólo es una declaración de intenciones. Siete no disponen de una partida presupuestaria, lo que las deja en el aire.

En cuanto a sectores clave, ni una medida sobre el sector turismo y sólo dos sobre el agroalimentario, se ayudará a un máximo de doscientos jóvenes agricultores a ser titulares de una explotación sostenible. Y para culminar, el plan no restringe el posible efecto sustitución: despedir a quienes tengan derechos consolidados para contratar a jóvenes en precario. No se entiende de dónde salen 36.000 beneficiarios, porque de su definición y presupuesto sólo se evidenciarían 1.250 becas y unos 2.750 contratos de un año incentivados. Tal vez la indefinición encierra los 31.000 que faltan, pero parece harto difícil.

Para crear empleo en nuestra Región, primero hay que creer en ella y en sus grandes capacidades para mejorar su estructura productiva en vías de ventajas competitivas. Nadie de fuera, ni una Paramount, ni un Adelson, va a venir a poner en valor el rico patrimonio natural, histórico y cultural del que nuestros antepasados nos hicieron acreedores. Y ahora mismo, el presidente está con la mirada más fuera que dentro de la Región.

Y como con el circo, tras la larga espera, lo peor no es la decepción, sino la pérdida de credibilidad. Le pediría al Ejecutivo que cuando deseen montar otro circo, por favor, peguen bien el cuerno a la cabra para que al menos, por un momento, podamos ilusionarnos con un unicornio.