Debemos ser cautos y concienciarnos todos, ciudadanos y poder legislativo, para no dejarnos llevar por sucesos que tanta alarma social crean y sobre todo se hace importantísimo trasladar que más castigo no se traduce en menos delitos. Esto es así no sólo por ejemplos prácticos como en EE UU, donde ni siquiera la pena de muerte ha hecho disminuir el porcentaje de delitos. El hecho de aumentar las penas puede ser un efecto disuasorio para el delincuente solo si valora como muchas las posibilidades de que sea detenido cuando comete un delito, y ante esto tenga miedo y decida no delinquir. La pena es coercitiva en sí misma y un aumento de la misma no reduce el número de delitos. La Justicia debe ser igual para todos, algo puesto muy en duda por la sociedad que percibe diferencias dependiendo del presunto delincuente y dotarla para que sea más ágil y realmente independiente. Hoy no lo es.