La televisión, he pensado muchas veces, nos la deberían de regalar las mismas empresas que se anuncian en ella. ¿Acaso no son gratis los folletos publicitarios? La pequeña pantalla no deja de ser un gran catálogo audiovisual a través del cual se anuncian miles y miles de empresas. Y a la que millones de potenciales clientes nos asomamos diariamente. Pero no, la televisión es mucho más, no nos engañemos.

No hace mucho volví a ver Bowling for Columbine, un interesante documental de Michael Moore. En él se analiza el uso de armas de fuego en EEUU y se indaga en los porqués de tan alta tasa de asesinatos por arma de fuego en el país. Quizá sorprenda saber que cada día fallecen unas cuarenta personas por armas de fuego (accidentes, asesinatos o suicidios por disparo). Una de las razones que esgrimía el polémico director del documental era la incesante y machacona cantidad de noticias violentas que nos asedian cada día. A pesar de que la tasa de violencia había descendido, paradójicamente el número de casos que retrasmitían por televisión había aumentado. Venden, en América del Norte, el miedo y la inseguridad. Propagan la sensación de indefensión y la necesidad de tener un revólver debajo de la almohada.

Qué extremistas son los yanquis, pensé. Pero rápidamente me acordé de nuestros telediarios. No son tan distintos. Si quieres deprimirte y sentir que el mundo es un lugar oscuro y sin esperanza no tienes más que ver el telediario todos los días. Además de las consabidas y obligadas noticias deportivas, la edición se completa con violaciones de menores, niños desaparecidos, masacres en países no muy lejanos, detenciones de bandas que asedian nuestro país€. La lista de terrores es infinita. España da miedo. Y encima ese misterioso ser abstracto y omnipresente que nos quiere engullir a todos llamado ´prima de riesgo´. Y para acabar la sesión de noticias, justo antes de los necesarios deportes, te ilustran sobre moda con un hermoso desfile de chicas anoréxicas para imponerte una estética enfermiza y antinatural que todos acabamos asumiendo como buenos parroquianos (me refiero a la delgadez de las modelos, no a la extraña ropa que visten y que nadie ha visto fuera de la pasarela).

Así que, padres de España, no dejen a sus niños ver los informativos. Su consumo continuado puede producir graves daños para la salud.

Porque, a pesar de que nos quieran hacer creer que las películas de terror son dañinas para la mente de los niños, lo verdaderamente horripilante y perjudicial es el excesivo y gratuito uso de violencia que proviene de los informativos televisados. Y a cualquier hora. Las películas de miedo son sólo cuentos. Mientras que lo otro es supuestamente la realidad. Aunque una realidad deformada y ennegrecida y aumentada. Quizá interese a alguien que estemos asustados. Y sobre todo entretenidos con nuestros problemas de sobrepeso y los fascinantes partidos que se disputan en la Eurocopa.

Como dijo Groucho Marx: «Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro».