Bueno, una de las ventajas de que te operen con anestesia epidural un par de hernias de disco, te hagan una profunda limpieza de osteofitos artrósicos del canal raquídeo y te arreglen la estenosis de las vértebras L3 a la L5 , es que puedes ir pensando en otras cosas mientras que el cirujano y el equipo médico habitual trabajan y van a lo suyo. Otra cosa sería que te dejaran entrenerte leyendo tranquilamente un libro o ponerte los auriculares para escuchar tu selección del Spotify en el iphone.

Pues, como iba diciendo, mientras ese lujo de neurocijano argentino especializado en Estados Unidos que tenemos en la Arrixaca y que se llama doctor Marcelo Galarza me arreglaba con precisión milimétrica la columna vertebral, pensaba yo que, definitivamente, eso de la sanidad pública gratuita y universal es uno de los mejores inventos de la civilización occidental y, concretamente, uno de los aspectos del Estado de Bienestar que mejor han funcionado y funcionan en nuestro pais.

Y es que lo de la sanidad universal y gratuita tiene todo el sentido del mundo si consideramos que es como una especie de lotería a la inversa. Compramos lotería para ver si ´tenemos suerte´ y ganamos un pastón. Solo unos pocos afortunados lo consiguen, otros muchos recuperan la inversión, y muchos más pierden lo invertido, pero disfrutan con el intento. Con la aportación obligatoria al fondo común de la sanidad —vía cotizaciones sociales o impuestos— los ciudadanos nos estamos protegiendo de la ´mala suerte´ de que nos toque una enfermedad grave. En mi caso llevaba cotizando religiosamente desde hace 34 años sin consumir apenas un par de visitas al Centro de Salud y casi ningún fármaco. Pero está claro que, cuando pasan los años, las probabilidades de que te toque la china de una enfermedad importante aumentan exponencialmente. Y la necesidad de haberte protegido frente a esa potencialmente ruinosa eventualidad quedará entonces plenamente justificada.

Y esto, que conste, no lo deduje yo solito mientras estaba boca abajo en la mesa del quirófano. Lo de la ´lotería inversa´ lo leí en un fantástico libro sobre ´teoría de juegos aplicada a la economía´ titulado Coo-petition en su título original en inglés. Allí se explica la lógica de los juegos que maximizan la ganancia para todos los participantes siempre que se impongan las reglas adecuadas y se consiga un número suficiente de ´apostadores´ . A veces conviene cooperar hasta un cierto punto y competir a partir de él, de ahí el sugerente palabro del título.

Resulta, además, que este es un asunto de rabiosa actualidad en Estados Unidos, donde una mentalidad ´libertariana´, o libertario de derechas, mal entendida (porque nadie les ha explicado la teoría de juegos) hace que una abrumadora mayoría de la población se oponga a la reforma sanitaria de Obama, precisamente sobre la sorprendente premisa de que no se puede obligar a nadie a comprar algo que no quiere; en este caso, el seguro médico. ¿Qué sucede entonces? Pues que los jóvenes no quieren participar en el juego mientras que se sienten sanos y, cuando enferman o llegan a mayores les resulta prohibitivo pagar el seguro o son rechazados por las compañías médicas argumentando una condición sanitaria preexistente.

Tampoco sabe mucha gente que en la China comunista no existe cobertura médica pública y que la proverbial propensión al ahorro de los chinos (que a su vez sirve para que tengan un montón de dinero para prestar a los americanos comprones) tiene mucho que ver con el terror a econtrarse enfermos y sin la más mínima posibilidad de recurrir a la atención gratuita de un médico o de un hospital público.

En fin, todo esto y algunas otras cosas iba meditando yo mientras me trajinaban la espalda, cuando oí a alguien decir algo así como: «¡Dadle algo a Dionisio, que se mueve mucho!». A partir de ahí, mis recuerdos se hacen ligeramente nebulosos y solo identifico una estupenda sensación de bienestar, así como una fugaz y chocante idea de estar encantado con que me estuvieran operando de la columna vertebral.