El paso que vamos, ejercer de político en España será como meterse a monje. Tendrán que ser austeros, virtuosos, cobrar menos que sus colegas europeos, no mentir ni en sueños, publicar la lista de sus bienes o de sus deudas, no saludar a ningún ricachón para no levantar sospechas, guardar los tickets de las gominolas y, si van de putas, pedir a la meretriz que cargue el IVA en la factura. Cuando las cosas van mal siempre relaja mucho tener a mano un colectivo fácil de culpabilizar, como si todos los políticos sin excepción fueran una panda de mangantes.

Parece que aquí sólo ellos y los banqueros han sido los responsables de la hecatombe y, aun siéndolo más que nadie, por supuesto, da la impresión de que el resto del personal andaba de turismo por Babia y nunca se llegó a enterar.

¿Quién es más culpable, el que se arriesga a pedir un crédito que quizás no podrá devolver o el que lo concede a sabiendas de la dificultad del reintegro? ¿Quién sino nosotros mismos provocamos el burbujeo inmobiliario, ávidos por ganar un dinero fácil, invirtiendo los ahorros en la compra de adosados para revender? Por no hablar de trenes de vida tan acelerados que terminaron por descarrilar. Y luego está el ínsoportable cinismo de la gente, que critica ahora, a toro pasado, inversiones que en su momento fueron muy aplaudidas y nos parecieron estupendas, polideportivos con piscina climatizada o ciudades temáticas acerca de cualquier cosa. Así es la condición humana, miserable y convenenciera hasta las trancas.

Para contentar a las muchedumbres hambrientas de carne de concejal o de diputado en Cortes, el Gobierno ha sacado una ley de Transparencia, que es una pasadita por la izquierda para compensar lo de los fetos. Esta ley se anunció para ´regenerar´ a la clase política, como si hubiera que meterlos a todos en un ´gulag´, cuando lo normal es llevar solamente a los corruptos al juzgado, y punto. A Rajoy se le ha ido la bola populista al decir que se publicará el nombre de los ´enchufados´. ¿Y como se sabrá quién lo es y quién no? ¿Ofrecerá el BOE un baremo para evaluar objetivamente esa condición? Porque un ´enchufado´ siempre resulta serlo según para quién, nunca para su santa madre, por ejemplo, o para sus correligionarios. Y sobre todo ¿prevé la ley la manera como delatar a los presuntos favorecidos y su linchamiento posterior?

Una gestión más diáfana estará muy bien, aunque no vaya a producir por ella misma una mayor eficacia, ni tampoco evitará la corrupción.

Mucha transparencia puede al final ser ninguna, un alud de datos que sólo los medios acabarán manejando y manipulando a la propia conveniencia de cada línea editorial, como siempre. La mejor manera de no descubrir nada relevante es contarlo exhaustivamente todo. Claro que podría haber información muy útil, como publicar los errores médicos de cada centro hospitalario, con nombres y apellidos, cuando se hubieren probado. Pero también habrá datos que solo servirán para remover más aún las vísceras en tiempo de crisis. A muchos mileuristas les parecerá un escándalo el sueldo de un director general, aunque tenga que gestionar millones de euros, al tiempo que los ejecutivos de las grandes compañías lo considerarán risiblemente ridículo.

No todo debe ser contado, si queremos vivir en una democracia seria y no en un régimen de alegres asambleas libertarias. Hay decisiones que resulta más prudente o más eficaz adoptar sin la presión de la masa mediática, aunque queda mucho más sublime afirmar lo contrario. Así que aparte de saber cuántos croissants se consumen en los desayunos de Moncloa, tampoco vendría mal un poco más de opacidad en otros ámbitos, por ejemplo en los juzgados, donde tantas sentencias acaban convertidas en un reallity show.

Yo, desde luego, de mayor, no quiero ser político, Dios me libre. Y me asombra que personas honestas y de gran valía opten por entrar en ese sacrificado, por no decir puteado, club, emborronado además por las malas artes de una minoría. Los políticos evidencian también la voluble superficialidad de la opinión pública, que los considera el colmo del desprestigio en las encuestas y acude después masivamente a votarlos. Afortunadamente.