as frases hechas son el pret-à-porter del hablar, son para usar a diario. Cuando quedan acuñadas, cuando las lleva todo el mundo, puedes vestirlas con estilo y convertirlas en comparaciones y parecen nuevas. Por ejemplo, ´flaco favor´ o ´cuentas maquilladas´ pueden usarse para decir de alguien que es ´flaco como un favor´ o que ´va más maquillada que unas cuentas´.

Leería un policiaco que empezara diciendo: «Murió envenenada como una herencia». De por sí, la ´herencia envenenada´ que dicen dejarse unas Administraciones a otras evoca las novelas de Agatha Christie y hace dar vueltas en la cabeza a la Editorial Molino y a los grillos tocando la melodía de los veranos muertos.

La retórica repetitiva nos descubre a los ´quienes´, habituales protagonistas del discurso admonitorio. Los quienes no son unos cualquiera. Los ´cualquiera´ son personas indeterminadas o de poca importancia pero los ´quienes´ se cualifican por una cualidad que es un defecto. Los ´quienes´ —digámoslo ya— son los que se equivocan, seres errantes de error en error y de cuyo nombre no quiere acordarse el declarante.

Véanse dos ejemplos. Francisco Álvarez-Cascos: «Quienes (vean exclusivamente un conflicto de intereses a nivel de política partidista nacional) se equivocan». Mariano Rajoy: «Se equivoca quien (crea que esto se arregla sin esfuerzo»). Lo malo de una frase que empieza por ´quienes´ es que sabes que acaba en error, como sabes en las películas de miedo que las chicas que se duchan acaba muertas.

El discurso que usa ´quienes´ señala a los que se equivocan pero no explica cómo se acierta y así aparenta decir mucho pero no aclara nada. Hablar de ´quienes´ es lanzar indirectas, es la deposición de un ´ahí lo dejo´ que no es nada pero, usado con estilo, deja la posibilidad de decir de alguien que está ´equivocado como un quien´.