El concepto de lo justo, como el de logro, es posiblemente algo sujeto a la acción personal y ha dependido siempre de los valores cívicos de las sociedades. Parece que tuvieran el ingrediente de lo pretendido en Derecho y de lo social; pero las metas, las esperanzas de justicia, a veces, pueden no lograrse e incluso ser determinantes para no creerlas justas.

¿Qué es lo justo? Justo es un calificativo que puede describir situaciones y personas que tienen como pirámide terminal la justicia, pero no siempre la justicia es una balanza equilibrada. Alguien es justo cuando es correcto en sus decisiones específicas, el que hace justicia o actúa con justicia, y desde la aplicación de esa justicia, sea para personas o situaciones de implicación, parece que para el destinatario debiera obtener un trato adecuado, un logro apropiado.

En las sociedades humanas la justicia se establece con las leyes y son los jueces los encargados de racionalizar su logro en los ámbitos donde se imparta. Pero… ¿y si no es así? ¿dónde la justicia? En el ámbito de la original iustitia se ofrecía equidad, por eso repartir justicia era sinónimo de razón. ¿Pero qué pasa cuando el proceso demuestra que no hay consenso entre iustitia y logro razonable? ¿cuando un juez dictamina una justicia y otro la disuelve desde otra ´razón´, a pesar de que las leyes sean las mismas para quienes las usan desde su poder y los afectados por ellas?

Hace poco, un tribunal superior a las atribuciones de un juez local ha impartido justicia. Ya comenté algo sobre ello. Pero hace tan sólo cuatro días, vuelve a ocurrir que un imputado deja de serlo por el hecho de que la razón de un tribunal ha quitado los cargos a los que estaba sometido anteriormente por un juez de instrucción. ¿Dónde entonces aquella primera justicia local? En este sentido, Ángel Montiel observa situaciones de imputación de personas y considera que cuanto más lejos espacialmente estén los tribunales de donde son los inculpados, es mucho mejor. Y es que el periodista tiene razón a la luz de diversos actos de esa iustitia de equidad, de equilibrio y de razón del logro imperativo de la aplicación de la ley.

Este caso tiene que ver con la decisión judicial de retirar los cargos, a los que estaba sometido por un juez de Lorca, a quien fue alcalde de esa ciudad, Miguel Navarro. En este sentido, recordemos la primera imagen cuando fue llevado por la Policía desde su casa a las dependencias judiciales. La noticia estalló rápidamente. Se llenó la prensa escrita e Internet de páginas con comentarios sobre la insana tendencia de obviar la presunción de inocencia y el in dubio pro reo cuando aún no había terminado el proceso judicial. ¿Y por qué el in dubio, la duda, aquí era más que razonable? Pues porque ningún lorquino de buena fe creía que Miguel Navarro hubiera cometido delito del caso que se manejaba en las filtraciones de imputación.

Desde entonces, y ahora con muchas más razones, me pregunto: ¿quién pide disculpas a Miguel Navarro por el ´paseíllo´ al que fue sometido hasta el juzgado? ¿quién restituye a Miguel Navarro la injusticia, desde su ´fundamento cultural´, de que su propio partido (PSRM-PSOE), o mejor, la actual dirección de su partido, con una velocidad vertiginosa y sin conocer las causas ni esperar los resultados procesales, anunciara la expulsión del exalcalde, aún cuando éste ya se dio de baja por si aquella situación mediática perjudicaba a la organización? ¿quién restituye a Miguel Navarro la dignidad que tenía y tiene, según la decisión final de un tribunal superior? ¿qué sería ´lo justo´ hacer ahora por Miguel Navarro, cuando resulta que la razón jurídica le devuelve el honor que tenía en ´justicia formal´?

La Justicia ha liberado al exalcalde de Lorca de cargos, de culpa (es más, el juez le dijo en el juicio que se le retiraban los cargos y que, si lo deseaba, podía salir de la sala; el exalcalde se fue: fin de la pesadilla). Pero aquella primera noticia de presunto imputado, y más tarde de imputado, que cayó sobre él como una pesada losa, es como el aceite: cuando cae al suelo no se recoge nunca del todo. Sabemos que es así, bien por decisiones judiciales publicitadas en primera instrucción, o bien por calumnia informativa, o bien por la maledicencia de políticos que han perdido la virtud pública de la solidaridad incluso ante la presunción de inocencia. Y con todos estos… ¿qué hacemos ahora? ¿cuál es el logro de lo justo? ¿qué corresponde?

Pero la información, la prensa, Internet y hasta la mentira del boca a boca, son tercos, y se queda la noticia en la memoria y en los archivos y para siempre, tan tercos como las vengativas declaraciones de la dirección del partido de Miguel Navarro. Y he aquí que queda una foto, un párrafo sentencioso, una opinión del jefe político... Por eso, creyendo la justicia como utopía, no así en la aplicación del logro de lo justo. Y menos aún en los políticos de la envidia que practican la ´vendetta´ contra los hombres buenos, como lo es Miguel Navarro, desde su corralito personal.