Hace cuarenta años un ingeniero era algo carísimo, o sea muy querido. Las empresas y las madres de chicas casaderas se los quitaban de las manos. En las ambiciones familiares un ingeniero superaba lo que hoy sería un premio de lotería de los que dan un sueldo para toda la vida. La sociedad era distinta. Las ingenierías siguen siendo difíciles pero en España el que no tiene un ingeniero es porque no quiere. Me refiero a las empresas.

Las empresas españolas no quieren ingenieros por eso hay más titulados en ingeniería que empleos de ingeniero. La tasa de desempleo es diez puntos menor a la de otros titulados pero es casi del 8%, al menos en Cataluña. Algunas empresas españolas con ingenieros en plantilla no los quieren para labores de ingeniería.

Hace cuarenta años ´ingeniería alemana´ era una frase hecha que tenía algo de pleonasmo y algo de superlativo. La ingeniería era alemana y la mayor perfección que había alcanzado era el ingeniero alemán. Ahora hay un llamamiento de Berlín para contratar ingenieros españoles, lo que demuestra que el mercado todo lo deprecia, incluso a los ingenieros alemanes que, por serlo, son doblemente ingenieros y doblemente alemanes.

Según Angela Merkel, en diez años Alemania van a necesitar 100.000 ingenieros. Las universidades alemanas sacan 50.000 al año pero

necesitan 12.000 más por curso. Alemania es un país con futuro porque la ingeniería construye cosas para solucionar problemas (incluidos los que genera la ingeniería) no sometidas a la especulación.

Se materializan pocos contratos pero cuando lo hacen, los ingenieros españoles son recibidos con un salario de 40.000 euros, que se llama digno como si los que están por debajo no lo fueran. Con todo, ya ven qué barata está la dignidad salarial cuando para conseguir esa cantidad hay que aprender un idioma difícil y vivir en otro país, después de ser ingeniero.