Decía Tolstoi que la felicidad estaba en querer lo que se hace, pero no en hacer lo que se quiera. Pero la Iglesia, al igual que Groucho Marx, opina que se haya en las pequeñas cosas sencillas de la vida: un sencillo palacete, un humilde yate, una pequeña fortuna… o como monseñor Mogavero, una humilde casulla de Armani… pá la Misa-los-domingos más que ná, que la de diario está mú vista por las feligresas romanas y romanescas. Hay que comprendello… Es por ello, como rezaba el inefable Millán.

Pues claro que sí, caro fratello, claro que sí. El buen obispo Doménico, que su nombre de pila viene de tal consagrada fiesta, Mogavero, por un casual presidente de la Comisión de Asuntos Jurídicos de la Conferencia Episcopal Italiana, debe haber visto muy bien visto que no existe incompatibilidad legal alguna en calzarse dentro de un diseño de Giorgio Armani, que además, y citando sus propias palabras, «nos beneficiamos de su originalidad en el servicio de la fe y de Dios»… ¡Ah, bueno! pos si es cosa de fe y se hace por Dios, ni dos palabras más, oiga… Que al Evangelio también hay que entenderlo, e interpretarlo como el mismo Dios manda, y cuando Cristo va y larga lo de «si tienes dos túnicas da una al que ninguna tiene», pues con quedarse la de Armani… Más que ná por ser recuerdo de un amigo. Ya se sabe, el valor sentimental y eso…

Miren, lo cierto es que, cuando el Colegio Cardenalicio desfila por la Piazza San Pietro, si lo hiciere con modelicos del mismo Armani, o del Yves St. Laurent, o del Oscar de la Renta, igual rendirían un mayor y muy elegante servicio a la causa de la fe. ¿O no? Y si no sale Jesús con el látigo dándoles fustazos, pues miren, el que calla otorga, que dice el refranero tempranero. Luego que no se queje el buen rabí si pasa lo que pasa. Y es que van como pijos… Santos pijos, pero pijos. Sé de muy buena tinta que la curia romana es sensible a la elegancia, la calidad, el confort —ahora también la moda— y que es vestida por los más caros, distinguidos y probados profesionales di Roma. Y que los Mancinelly y los Gamarelli se reparten la bolsa desde hace doscientos años, y que los mejores paños, las mejores tijeras, y hasta las últimas tecnologías (como la sotana isotérmica) solo para uso cardenalicio y pontificio de momento, si bien todo se andará, han de pasar por sus firmas. Y es que, claro, la discreción se paga con la lealtad y la lealtad con la exclusividad. Y hay que ser discretos, que legos hay con muy mala leche por esos mundos del diablo que lo sacan todo de parva… y se lo dice un servidor que es uno de tales, sor manguales.

Quizá por eso mismo, y volviendo al principio, Jardiel Poncela decía que la felicidad reside, o bien en ser tonto… o bien en hacerse el tonto. Aunque yo piense que saber hacérselo no es tan fácil, si bien serlo tampoco es tan difícil. La cuestión aquí está en que unos pocos se lo hacen y otros muchos lo son.

Pero miren, si así totus todos somos felices… ¡pues qué bien! ¿O no?