Vamos para cuatro lustros de Gobierno popular, y un gran amigo mío me dice que esto no ha hecho más que empezar, que me vaya preparando para años y años de Gobierno conservador, tanto en nuestra Región como en el resto del país. ¿Por qué la gente va a votar una copia pudiendo tener por el mismo precio el original? Es su mayor y mejor argumento.

Pero me niego a pensar que los ciudadanos de mi Región sigamos votación tras votación otorgando mayoría tras mayoría a quienes no están sabiendo llevar a los ciudadanos a las cotas de calidad que sí tienen otras Comunidades autónomas.

Que los gobiernos conservadores de esta Región han realizado cosas muy positivas para los ciudadanos sería de imbéciles negarlo, pero si uno analiza los pros y contras y encuentra una colina donde se pueda ver tranquilamente el bosque, se aprecia claramente que no es oro todo lo que reluce.

Tras los años de bonanza económica, donde la Región crecía y crecía por encima de la media nacional y europea, y se pasó con cierta facilidad de cultivar lechugas a llevar coches de alta gama, otros dejaron de llevar en el maletero una caja de herramientas e incorporaron una bolsa de palos de golf, muchos jóvenes se dejaron los estudios a edad temprana para ganar el triple que un empleado público, y lo peor de todo, que la inversión en futuro era inversamente proporcional a la capacidad de los murcianos de llenar bares y restaurantes. Es lógico y natural que ahora nos toque pasar la resaca más amarga y frustrante que se recuerda.

Pero en vez de reconocer nuestros errores como sociedad, los murcianos, al igual que muchos ciudadanos de otras regiones, volvemos en primera instancia a echar la culpa de nuestra incompetencia a los demás.

Los conservadores de este país siempre antepusieron sus intereses a su ideología, han conseguido trasladar a la sociedad que son el único camino posible, y esta sociedad, que está perdiendo valores ideológicos a borbotones, ha optado por posiciones individualistas y sectoriales, o lo que es lo mismo, el ´de lo mío qué´ está convirtiéndose en la única opción viable.

Sólo si la izquierda recupera su ideología y la ética, y es capaz de ofrecer un camino alternativo, donde no haya que pagar peaje, pero que ofrezca las mismas garantías de seguridad, podrá volver a ser una opción para el millón y medio de murcianos.

Tengo confianza absoluta en que esta Región no está dormida, las movilizaciones que se produjeron con el párking de San Esteban y las que

se dieron en los primeros meses de este año de los empleados públicos fueron una bocanada de aire fresco, que dice mucho a favor de la rebeldía e inconformismo de los murcianos, pero hasta ahora sólo una parte ha sabido gestionar esta energía que provocamos miles y miles de ciudadanos.

Un debate tranquilo pero intenso, una renovación escalonada pero constante, un proyecto ilusionante pero no utópico, y una apuesta fuerte por nuestros intereses regionales, siempre y cuando no crucemos la peligrosa línea del nacionalismo provinciano, llevará a esta Región a cotas que ahora parecen insuperables.

Por todo esto me niego a pensar que mi Región se quede en el apartamento del conformismo político, y en el fracaso económico, y que la educación siga siendo fuente de frustraciones y desengaños. Los ciudadanos de esta Región se merecen una alternativa. Estoy convencido que no pasarán lustros para que esta Región tenga, por lo menos, donde elegir.