El estrangulamiento va despacio, pero no tiene marcha atrás. Los estrangulados somos usted y yo. Cada día se cierne sobre nosotros una nueva amenaza. Ahora es la deuda de los Ayuntamientos o las autonomías, que parecía suceder en una dimensión ajena a nuestros afanes diarios, hasta que esta mañana, al abrir el armario ropero, hemos tropezado con ella como con una serpiente. Da igual que mires en el cajón de la ropa interior que en el de las camisas, en todos ellos silba una deuda pública transformada en particular. El nudo corredizo sube un par de centímetros cada día. Los populares de Castilla-La Mancha han acusado al Gobierno en funciones del PSOE de crímenes horribles sin que éste haya acudido todavía a los juzgados. Los acusadores, por su parte, tienen entre sus filas a gente como Camps.

En Portugal, con una abstención del 41%, ha ganado la derecha. Según los analistas, a la gente le daba lo mismo votar a unos u otros, pues el margen de maniobra, mande quien mande, es limitado. El presidente del próximo Gobierno será una especie de chico de los recados de los poderes financieros. Si ustedes ven el documental Inside Job, comprobarán que el mismo Obama está a las órdenes de esos cabecillas. Ahora bien, la gente se abstiene o vota a la derecha porque el mensaje de la izquierda es que la crisis necesita soluciones conservadoras. Los conservadores que nos metieron en ella tienen la fórmula para sacarnos. Con ese mensaje, qué va a hacer el pobre contribuyente. Bastante tiene con lo suyo. Leo en el periódico, por ejemplo, que los abuelos que se encontraban en residencias de la tercera edad están volviendo a la casa de sus hijos porque éstos necesitan sus ochocientos euros de pensión.

Malos tiempos para la lírica, incluso para la narrativa. Libreros y editores han estado pendientes de la Feria del Libro de Madrid, para ver si sus resultados alivian los de los meses anteriores, que han sido malos. Cada uno en su afán, pero también, ahora, en el afán de la deuda pública, que nos creíamos que era de otro, o de otros, y era nuestra. Toda la megalomanía polideportiva y aeroportuaria de los últimos años nos pasa factura de repente. Sube, en fin, el nudo de este ´corralito´ atenuado y progresivo que tiene también algo de picana.