Al día siguiente del 22-M, y a propósito del caso de Asturias, pero con la vista puesta en el conjunto nacional, se decía en relación al fenómeno Cascos que estaba por ver si lo ocurrido era un episodio aislado, que la propia dinámica del establishment reabsorbería, o si es una grieta inesperada en el modelo de la partitocracia. Lo que parece cocerse en muchos puntos del mapa, unido a la persistencia del fenómeno callejero (el llamado 15-M), da pie para pensar en la segunda hipótesis. Es como si se estuvieran rompiendo los mamparos que mantenían quietas las bodegas, con cada carga bien encajada en su compartimento. Una especie de fluidificación del cuerpo sólido de la partitocracia. Tal vez finalmente todo se reacomode de momento en todas partes, pero incluso en ese caso nada volvería a ser ya como antes, y el aviso debería ser visto como anuncio del terremoto que aguarda en la profundidad de las placas tectónicas.