Una vez más contemplamos como nuestra Constitución se va quedando obsoleta. El tiempo corre a velocidad de vértigo y muchas cosas le sobran y otras se han quedado como mínimo pobres. Nuestra incorporación a Europa, por otra parte, nos obliga a poner entre nuestras normas de convivencia otras nuevas. Los problemas que van surgiendo nos exigen una respuesta legislativa para evitar dejar más en precario aún a las personas que tienen más o menos resquicios de vulnerabilidad.

El artículo 14 de nuestra Carta Magna ya hacía una apuesta clara por eliminar la discriminación, pero en el mismo sólo se contemplaban de manera expresa las de nacimiento, raza, sexo, religión y opinión. Dejaba un espacio abierto cuando añadía «cualquier otra condición o circunstancia personal o social». Ese espacio es el que viene a rellenar lo que será en su día la Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación.

Viene a dar cobertura a otras leyes existentes, tales como las de igualdad, la 51/2003 referida a la discapacidad, y la de identidad sexual que reconoce el derecho a los matrimonios homosexuales. Pero avanza más y reconoce de forma concreta otras discriminaciones que se están dando de manera más clara o más sutil en nuestra sociedad. La normativa europea, en diferentes directivas, ya recoge los motivos de origen racial o étnico, discapacidad, edad o creencias. En el proyecto de ley de nuestro país se añaden otros tres: enfermedad, identidad sexual y lengua. No sabemos cuantas nuevas nos irá deparando este modelo cada vez menos humano.

Como son muchas las variables a manejar en esto de la discriminación, quisiera referirme hoy a una de ellas: la que sufren o sufrimos los que vamos siendo mayores, los ancianos, la tercera edad o como se les quiera llamar, porque hay eufemismos para todos los gustos.

Por lo pronto, vayan unos datos recogidos de la misma memoria de análisis de impacto normativo que se adjunta al texto del anteproyecto:

En España tenemos un 16,7% de personas mayores de 65 años, unos 7,5 millones, según el informe Las personas mayores en España del año 2008 El padrón municipal de 2009 ya subió el dato a ocho millones de mayores de 65, distribuidos en un 59% de mujeres y un 41% de hombres. Hay que hacer notar que ese mismo padrón nos daba un 19,75% de jóvenes entre 15 y 29 años.

Curiosos también los datos obtenidos a través de encuestas. La referida a discriminación autopercibida nos da el mayor grado de percepción en la edad, tanto en el eurobarómetro como en la encuesta del CIS, de los años 2006 a 2008: concretamente son un 31% las personas que se han sentido discriminadas por edad, frente a un 6% que lo han sido por orientación sexual. El segundo criterio en porcentaje que aparece es el de género. Sin embargo, cuando se hace una encuesta sobre lo que percibe la población es la edad la que nos da el menor porcentaje y la de género ocupa el cuarto lugar., siendo el origen étnico la más alta.

Diferencias entre lo que sentimos y lo que percibimos son evidentes, según la expresión de estas encuestas, pero nos parece importante llamar la atención sobre como se sienten los mayores y como la sociedad no lo percibe. Algo similar ocurre aún con las mujeres.

Los mayores siempre fueron valorados y apreciados en la sociedad. En el siglo XXI no son iguales que los de siglos anteriores, tenemos culturas diferentes. Sin embargo, asistimos a un espectáculo de la sobrevaloración de la juventud como algo casi mítico.

Hoy día somos capaces de muchas cosas, somos útiles, merecemos un respeto y tenemos que ser consideradas como personas activas de esta sociedad. Tenemos derecho a participar en la construcción de la misma y que nuestras experiencias no se pierdan. Somos tan profundamente responsables que nos preocupa la situación de los chicos y chicas, muchos de ellos nietos y nietas. Por eso no estamos de acuerdo con que se alargue la edad de jubilación, porque queremos que las generaciones que nos sigan se incorporen de manera libre y responsable a la dinámica social.

Esperamos que este proyecto de ley se enriquezca y contemple medidas de acción positiva también para esta discriminación, porque si no tendremos que hacer valer nuestro porcentaje de presencia y pedir también cuotas similares a las de la ley de igualdad.

No vaya a ser que, entre unos y otros, se mantenga aquella frase que le dice el señor a Celie en El color púrpura: «Eres pobre. Eres negra. Eres fea. Eres mujer. No eres nada». Pero esta vez añadiendo… «eres vieja».