No es una utopía, es una realidad. Se parece al mayo del 68 francés o a los movimientos populares emergidos en el Norte de África. Pero, aunque, en su inicio es también una movilización juvenil, no se expresa con el mismo destino que tuvieron los otros levantamientos. El del 15-M arrancó en forma de manifestación y ahora se desarrolla en asambleas multitudinarias de información y debate. Su lema es Democracia real, ya y no piensa abandonar sus cuarteles de discusión ni rendirse una vez terminadas las elecciones de hoy domingo.

Si el mayo del 68 terminó a pedradas y con la energía desgastada de quiebra total del sistema, si en los países mediterráneos africanos lo que se exigía, y exige, es la democracia frente a la dictadura represiva, en el ´indignado´indignado movimiento popular no se contienen los ingredientes hacia una democracia sin rumbo, sino el establecimiento pacífico de calidad democrática, de la participación popular que no se resigna, de referéndums, de cambios legales electorales y contra la exclusión social, la pobreza, el paro, los desahucios o la prevaricación de los poderosos, la liquidación de la corrupción como fórmula de enriquecerse, y política. 15-M es el resurgimiento de una juventud apoyada por distintas y diversas capas sociales que no se resigna a vivir de la política basada en la mentira.

He estado con ellos. Lo que yo he conocido ha sido respetuoso, pacífico, confiado a un destino de cambio que mejore los procedimientos y las actitudes públicas para hacer política contando con la gente cansada de comprobar la discriminación, los gastos de un Senado excesivo e inservible, la exigencia de la inclusión social mediante leyes sociales que terminen con el paro, la pobreza y el desinterés por la expresión popular. He estado con ellos desde su primer debate de rebeldía pacifista, y estoy seguro de que la burocracia política de este país, el sistema partitocrático existente, van a conocer bien sus manifiestos llenos de verdades como puños que se levantan con esperanza y firmeza en sus convicciones, en su, hasta ahora, resistencia civil a continuar sobreviviendo en la dependencia del capitalismo salvaje y el sistema financiero que nos ha integrado en el maldito fantasma del mercado.

Apenas con algunos mensajes de reconocida dignidad, emanados desde Internet, el movimiento popular que exige en las calles la democracia real no es cosa baladí, sino una gigantesca ola expresiva de cualidad democrática, de esa excelencia basada en los derechos humanos, en los principios de justicia e igualdad.

En estos momentos de competencia electoral entre los partidos políticos, Democracia Real Ya, conocida ya en todo el mundo como Spanish Revolution, porque las manifestaciones han traspasado nuestras fronteras, lo que pretende en España hasta mañana lunes es reflexionar, sin emblemas de partido político alguno, para expresar el malestar de la ciudadanía, desvinculándose, como viene haciéndolo desde aquel 15-M, de cualquier acto violento, y ofrecerse en espacios de debate y participación de las personas en plazas de libertad conformadas como permanentes laboratorios de ideas integradoras. A partir de mañana, políticos, empresarios y banqueros deberán estar atentos al resurgir de estas movilizaciones, en la seguridad de que sin la calle no se puede avanzar democráticamente y que en ella, en la calle, habita el cambio para la construcción de una sociedad mejor, más justa, más participativa e igualitaria, que subraya el libre acceso a la cultura, la defensa radical ecológica y el bienestar, fabricado siempre desde la solidaridad y en anhelo de felicidad de las personas. Democracia Real Ya, exigirá derechos fundamentales: trabajo, vivienda, cultura, salud, educación y participación política real desde el libre desarrollo personal y el derecho al consumo de los bienes necesarios para una vida sana y feliz.

He estado con ellos, como parte de un gigantesco movimiento popular, la Acampada Murcia, que se manifiesta en estos momentos defendiendo que las calles son del pueblo y los poderes del Estado no pueden prohibir el derecho democrático de reunión en permanente asamblea. He estado con ellos, y me he sentido de ellos. Y puedo afirmar que la batalla por una calidad democrática de participación y decisión popular y el camino hacia su consecución acaban de comenzar, sin resignación y frente a la democracia organizada desde una partitocracia de exclusión social. Y me quedé con un grito de esperanza: esto no es una revolución, pero es el inicio de la revolución.