Capitalismo de desastre. En el año 2007 apareció en España una publicación de la periodista canadiense Naomi Klein titulada La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre. En ese libro, producto de una exhaustiva investigación durante más de una década, Klein nos aporta la sugerente tesis de que los desastres naturales habidos recientemente en varias zonas del planeta (por ejemplo, el Katrina en New Orleans o el tsunami en Indonesia y Sri Lanka) han venido siendo aprovechados para imponer duras políticas de ajuste estructural para la expansión, parece que sin límites, de las recetas neoliberales en esas partes del mundo. Las consecuencias de esas políticas de fuerte reducción del gasto público, incremento de precios de productos de primera necesidad, aumento del paro, falta de expectativas juveniles… están, sin duda, en el origen de las revueltas que estos últimos meses sacuden el norte de África y países de Oriente Próximo. Pero Klein ahonda también en el análisis de las intervenciones militares norteamericanas que han allanado el camino para la aplicación de esas recetas, comenzando por las pasadas dictaduras en el Cono Sur de América Latina y terminando por Irak y Afganistán. Ahora parece que, tras la presencia americana en Haití, le toca el turno a Libia. Siempre la misma cantinela: supuesta intervención militar ´humanitaria´ que esconde los auténticos intereses comerciales. El petróleo es el petróleo. Y, una vez más, la OTAN, sumisa, parece dispuesta a asumir los costes de esa intervención, incluidos los daños ´colaterales", es decir, el sacrificio de vidas humanas inocentes. Asquea contemplar el ´circo´ en que se ha convertido lo que se denomina la geopolítica mundial.

Trinidad Jiménez o la doble vara de medir. Hace unos días, los embajadores de los países árabes acreditados en Madrid manifestaron a la ministra española de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, su rechazo a una intervención militar extranjera en Libia para frenar la represión de Muamar al Gadafi. Unas fechas antes, la ministra española se había apresurado a afirmar que la represión en ese país atenta contra los más elementales derechos humanos. El problema es que en éste, como en otros tantos asuntos de política internacional, se aplica una doble vara de medir. Echamos en falta la misma contundencia de la responsable española de Asuntos Exteriores cuando el sátrapa marroquí Mohamed VI acalló a sangre y fuego las protestas saharauis en el Campamento de la Libertad a las afueras de El Aaiún.

De Wisconsin a Murcia. Aunque separadas por varios miles de kilómetros, existe una evidente similitud entre las protestas que se están registrando en el estado norteamericano de Wisconsin y las de los empleados públicos de Murcia. Dos semanas de intensas y multitudinarias protestas no han sido suficientes para impedir que el gobernador de Wisconsin (EE UU), el republicano Scott Walker, presentara en días pasados un presupuesto con profundos recortes para reducir el profundo déficit fiscal, que asciende ya a 137 millones de dólares. Un argumento que, a juicio de los empleados públicos, ha servido como excusa para despojar de sus derechos laborales a los trabajadores estadounidenses, ya que la medida arrebata a los sindicatos del sector público la mayoría de los derechos de negociación colectiva. Además, esas medidas parece que se van a extender a otro Estado, Ohio. La gravedad de esos ajustes es tal que, en días pasados, entre 70.000 y 100.000 personas se reunieron ante las puertas del Capitolio estatal en Madison, en la que probablemente ha sido la manifestación más grande en el estado desde las protestas contra la guerra de Vietnam en los años 70. Allí, como aquí, la incertidumbre no sólo sobre los sueldos de los funcionarios sino sobre el futuro de los servicios públicos esenciales ha alimentado esas protestas.

Vete a Alemania, Pepe. Cuarenta años después de que Pedro Lazaga inmortalizara en su película Vente a Alemania, Pepe el drama de la obligada emigración española a ese país, las ofertas de trabajo de la canciller alemana Angela Merkel (si bien es cierto que ampliadas a ciudadanos de varios Estados comunitarios, y no sólo españoles) nos retrotraen a tiempos que creíamos superados. El paro y la incertidumbre sobre su futuro pueden empujar a nuestros jóvenes, suficientemente preparados, a encontrar una salida laboral forzada allende los Pirineos.

Lamentable.