A raíz de la agresión al consejero de Cultura, agresión absolutamente condenable sin paliativos como cualquier acto de este tipo, y de la detención de una persona que ha sido catalogada de ´antisistema´, a la que se ha agredido en otro orden en su dignidad como persona —agresión que también hay que condenar sin ningún ´pero´ y con firmeza democrática y moral— quisiera reflexionar sobre los ´pro sistema´. Es llamativo que siempre se hable de los antisistema y se haga de una manera peyorativa y casi siempre vinculándolos a la violencia. Este simplismo, además de falso es interesado, porque se pretende desprestigiar a muchísimos colectivos y personas que nos declaramos en contra del capitalismo; por tanto, somos antisistema y queremos un mundo distinto, bastante distinto al que tenemos.

Los prosistema están destruyendo nuestro planeta, que si no se cambia de rumbo, tiene los días contados. Nuestro planeta no aguanta esta actividad productiva y consumista que sólo sirve para enriquecer a una minoría.

Los prosistema están destruyendo la vida de muchas personas en aras al máximo beneficio. En nuestro planeta mueren de hambre al día 70.000 personas, de las cuales unos 35.000 son niños; hay 1.100 millones de hambrientos en le mundo; son mil millones los desempleados en el mundo; hay 3.000 millones de personas que carecen de acceso a servicios sanitarios mínimos; trece millones de personas mueren al año en el mundo debido al deterioro del medio ambiente y el cambio climático…

Los prosistema defienden una economía financiera especulativa, que ha supuesto empobrecimiento, despidos y una deuda privada de los bancos y cajas que los Gobiernos no sólo han permitido, sino que han sido cómplices, y la han pagado de las arcas del Estado, generando una deuda pública que tiene que ser pagada destruyendo el modelo basado en la sociedad de bienestar.

Los prosistema, utilizando esta crisis que ellos mismos han provocado, quieren privatizar los servicios públicos para mercantilizar la sanidad, la educación y todo lo que se ponga por delante. No tienen ningún inconveniente en denigrar la figura de los empleados públicos.

Los prosistema defienden el despido libre y el trabajo en condiciones inhumanas. Echan a las familias a la calle en procesos judiciales de desahucios y, si se lo impiden, amenazan con retirarles sus hijos y mandar a los antidisturbios.

Los prosistemas fomentan y justifican la corrupción, el todo vale y sus grandes sueldos y privilegios. Después, cuando abandonan sus cargos, tienen algunos cuantiosas extras que les paga alguna empresa privada como asesores, mientras ellos claman a los cuatro vientos que hay que trabajar más y ganar menos para ser competitivos.

Los prosistema son muy educados. Visten bien, hablan tranquilos y con serenidad, pronuncian las ´eses´, tienen siempre la conciencia tranquila, no les tiembla el pulso para tomar medidas que destruyen a las personas, las familias y la naturaleza. Y, siempre, terminan con un mensaje de esperanza y prosperidad.

En definitiva, los prosistema generan una violencia inusitada. Su capacidad de destrucción no tiene límite. Y como se suele decir: que Dios nos pille confesados, porque los prosistema están amparados por todos los poderes, pero, a pesar de ello, los antisistema seguiremos luchando por ese otro mundo posible que pone a las personas por encima de la economía.