Nos encontramos, claramente, ante un escritor con mayúsculas. Partiendo de esa base, creo que podemos comentar casi lo que sea oportuno. Gracias a él sabemos lo que leerán y, tal vez incluso, lo que pensarán generaciones futuras sobre lo acontecido en la España de finales del siglo XX y principios del XXI.

Él representa un claro grupo de intelectuales que estudiaron y se formaron en «un mundo que ya no existe» –como muchas veces apuntó Reverte–. Y dice que no existe con todo conocimiento de causa. ¿Qué significa hoy el honor? ¿Qué significa hoy la honra? Da igual que te la den o te la quiten; hoy, todo aquello, ya no tiene sentido.

Yo pienso que esta generación pasada ha de ensalzarse y, como poco, cuidarla, ya que han sido los que han controlado el país en estos últimos años. Lo único malo es que les queda poco tiempo en activo ¿Cuánto les queda? Pues la verdad es que no lo sé, pero espero que mucho, porque ¿cuáles van a ser los valores de la sociedad venidera? ¿Quién dirá mañana, por ejemplo, a un hombre que está siendo enterrado: «Era un hombre honrado y un caballero». Arturo lo oyó siendo un chaval.

Sin duda estos intelectuales son el reflejo de una generación educada bajo unos principios y unos valores basados en el coraje, el honor, la dignidad y la vergüenza que, por desgracia, hoy día han desaparecido. Y esto, en el futuro e incluso en el propio presente, puede traernos serios problemas.

De paso, aprovecho en este artículo para dejar claro que el sistema educativo a cargo de la Iglesia Católica era infinitamente mejor al de hoy. Se formaban a niños y se hacían hombres, de eso no tengo la menor duda. Hoy en día, se forman a niños y se crean a débiles mentales.

Volviendo a la figura del escritor, comentaré que su visión fatalista de la vida me preocupa, aún siendo consciente de que pueda estar en posesión de la verdad. Me sorprendió, cuando lo vi en Murcia, al explicar la definición de muerte: «Alguien coge tu reloj, alguien coge tu fusil, alguien coge a tu mujer». Se que la frase se la había escuchado decir a un negrito en uno de sus viajes pero, como poco, es llamativa.

Además, me gustaría comentaros que Pérez-Reverte es un escritor que no escribe con el corazón, sino con la cabeza. Es evidente que él antes de escribir una novela se documenta hasta el último detalle para poder ajustarse a la realidad de los hechos, como lo demuestra en La carta esférica cuando introduce una carta náutica de Cartagena o en El asedio, con un mapa de Cádiz.

Las personas que conoce las convierte en personajes, y por lo tanto no los crea, sino los novela. Por eso nos habla de la decadencia humana y de cómo sus personajes se enfrentan continuamente a la dolorosa naturaleza. Además, es de los que afirma que un novelista no elige el terreno para su obra, sino que él te elige a ti. Prueba de ello es que El asedio iba a tener como escenario a su Cartagena natal, pero Cádiz se ganó ese privilegio, por motivos que no vienen al caso.

Me gustaría destacar, además, que su forma de andar es un tanto peculiar, marcada quizás, por un pasado de desconfianza que le invade continuamente en su presente. Me llamó la atención ver cómo controlaba al auditorio; los ángulos, las formas, las personas e, incluso, las miradas eran supervisadas por el artista invitado.

Todo un personaje digno de tener en cuenta y el referente número uno de nuestra literatura.