Quizás andaba yo equivocado y Gran Hermano sea el mejor camino para entender el mundo y las cosas que en él ocurren. Ha cesado la emisión de CNN+, una de las dos cadenas de información continua que operaban para toda la TDT española, y las 24 horas de noticias han sido sustituidas por 24 horas de conexión con la jaula del experimento sociológico que no es ni lo uno ni lo otro. No vamos a descubrir hoy las virtudes de cada fórmula; interesa en cambio analizar si ganamos o perdemos cuando en lugar de una crónica, una entrevista o un debate, nos aparece una escena de celos, una discusión por lavar los platos, una sesión de maledicencias, o una grotesca tanda de aeróbic para elefantes. Tal vez algunos tengamos la perspectiva deformada por demasiados años de periódicos, conferencias y documentales, y no sepamos apreciar la utilidad que tiene el atento estudio de estos chicos y chicas, que parecen seleccionados para que los alienígenas desistan de conquistar la Tierra, y que pueden darnos las verdaderas claves de casi todo lo que pasa en el mundo o, por lo menos, en la parte del mundo en que la opinión pública es un notable agente político, por activa o por pasiva (incluso la peor dictadura busca su aplauso). ¿Por qué los ciudadanos hacen lo que hacen? ¿Por qué votan lo que votan, luego se quejan y luego lo vuelven a votar? ¿Por qué obedecen a una publicidad que consideran engañosa? ¿Por qué gastan lo que saben que no tienen? ¿Por qué apuestan a juegos en que siempre gana la banca? ¿Por qué van a la guerra? ¿Por qué se sienten superiores a quienes les parecen distintos? ¿Por qué renuncian a la educación? ¿Por qué confunden valor y precio? Tal vez las respuestas a todas estas preguntas se hallan mucho más en Gran Hermano que en las noticias y comentarios de un canal informativo. No se trata de preguntar a los alegres hormonados por el repunte de precio del barril Brent, sino de comprender a través de ellos los comportamientos de esa cosa informe, temible y magnífica que es ´la gente´. El estudio metódico de sus reacciones ante todo tipo de estímulos nos puede dar la clave para adivinar, pongamos por caso, si retrasar la edad de jubilación llevará a los españoles a la revolución, al llanto o a la siesta. Bastará con que, ante cada nueva situación, nos preguntemos: ¿Qué harían aquí los ´hermanitos´? (Apuesto a que casi siempre se decidirían por la siesta).