Curiosa, la pasión de escribir libros. La vanidad de que le lean a uno, o sea, de que le miren, no basta para explicarla: paseando en descapotable (por un puñado de euros se alquila) seguramente se reclutan más miradas. ¿Un modo de apresar el fluir del pensamiento, evitando que se vaya para siempre, o incluso de estrechar en un punto, al escribirlo, la fuerza de la corriente, para lograr la intensidad en que salta la chispa? Plausible, pero quizás tampoco baste y la explicación última de que se escriban libros esté en la voracidad de los gusanos, en la conciencia de su acoso a la vuelta de la esquina, y la necesidad apremiante de salvar algo de su devastación, al menos por un tiempo, el que dure el papel antes de ser devorado también. La razón por la que muchos escritores deploran el libro electrónico puede estar en el nombre de los devoradores de los discos duros: gusanos.