Llevamos dos años viviendo una crisis económica diferente a otras anteriores, tanto por su profundidad como por su complejidad. Antes sabíamos que las empresas podían quebrar; ahora sabemos que los Estados también. De la crisis hablan continuamente políticos, periodistas, comentaristas, tertulianos, etc., a veces sin saber bien de qué hablan, y también algunos economistas sugiriendo soluciones que parecen de Perogrullo. En lo que sí coinciden generalmente unos y otros es en culpar a los mercados —a la fuerza, soberbia, y mala idea de los mercados—. En mayo decían que los mercados la habían tomado con Grecia —cuando Grecia está realmente muy mal—, los irlandeses dicen que a causa de Grecia han llegado a esta situación, los portugueses dicen que si no fuese por Irlanda ellos no sufrirían el acoso de ´los mercados´, y en España se dice, que después de Portugal y por culpa de los portugueses, podemos ir nosotros —esperemos que no suceda— y los italianos dirán que por culpa de los españoles. En definitiva, nos pasamos ´el muerto´ de unos a otros y siempre a ´los mercados´.

De entrada hay que aclarar que los mercados no son culpables de nada, los inversores buscan defender sus legítimos intereses, los especuladores especulan sobre situaciones reales o previsibles; los únicos responsables de que nos encontremos prácticamente en quiebra técnica son los Gobiernos y los ciudadanos, especialmente los Gobiernos. Los Gobiernos por despilfarrar el dinero de los contribuyentes, y los ciudadanos por gastar el dinero propio y el prestado. En los mercados actúan compradores, vendedores, inversores, fondos, bancos y bancos centrales, todos en interés de lo que creen mejor para ellos o de quien representan, pero siempre operan en base a informaciones y datos económicos que reflejan la actuación de Gobiernos, de los actores económicos y particulares. El mercado es simplemente el lugar de encuentro, es el ágora en donde se producen las transacciones, que los operadores acuerdan según su conveniencia. Por lo tanto, el mercado ´ni quita ni pone rey´; quien da confianza o desconfianza a quienes operan es el Gobierno y la situación económica de cada país. ¿Cómo se va a suscribir deuda soberana de Grecia, Irlanda o Portugal al mismo precio que la alemana? ¿o es que el riesgo no existe?. El asumir riesgo tiene un precio.

No culpemos a los mercados; los mercados finalmente reflejan la confianza o desconfianza de los agentes en un país, en una economía.

Empecemos por reconocer nuestra debilidad, hemos gastado más de lo que teníamos, las Administraciones han despilfarrado, nuestra productividad es muy baja, el mercado laboral rígido, la educación es deficiente, el déficit exagerado, el coste de la deuda elevado, el consumo estancado, el paro creciendo —seguimos perdiendo empleos—. El Gobierno ha tardado casi dos años en reconocer la crisis y cuando finalmente la admite, actúa con exasperante lentitud aplicando algunas medidas que guste o no guste deberán imponerse. España es un país débil, empobrecido y desarmado moralmente, necesitamos un fuerte revulsivo que pasa por reducción del gasto, aumentar la productividad y reducir los impuestos. No busquemos culpables fuera, no son ´los mercados´ ni sus actores, no intentemos matar al mensajero, el problema es el mensaje, nuestro mensaje. No pretendamos endosar ´el muerto´ a otros, somos nosotros. Empecemos por reconocer nuestras debilidades, admitir la debilidad nos dará fuerza para corregir y robustecernos. Y sí, finalmente (espero que no), necesitamos y nos ofrecen ayuda, aceptémosla, el dinero será bienvenido proceda de Europa o del FMI, pecunia non olet, (el dinero no huele), dijo Vespasiano cuando lo criticaron por cobrar una tasa a los romanos que utilizaban los retretes públicos.