Mañana, si la cronología no falla -que desde el Papa Gregorio nunca falla- será día 5 de junio. Esta fecha, que a muchos puede que no les diga gran cosa, tiene para los ciudadanos preocupados por el entorno una gran significación: es el Día Mundial del Medio Ambiente. Se conmemora que tal día como hoy de hace ya la friolera de 38 años se inauguró en Estocolmo la primera conferencia mundial de las Nacionas Unidas sobre un tema que en aquel momento aún era incipiente. Veinte años más tarde, en 1992, también un 5 de junio registró la inauguración de La Cumbre de la Tierra, una importantísima cita mundial de Gobiernos y Organizaciones No Gubernamentales que tuvo lugar en Río de Janeiro en lo que oficialmente se denominó Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo.

En Río de Janeiro se firmaron documentos y se manifestaron intenciones, se comenzó el cambio de rumbo para la suicida política ambiental del planeta y se santificó para el resto de la eternidad el concepto de 'desarrollo sostenible' que ahora utilizan sin descanso ciudadanos, políticos y programas de todo el mundo. Fue una Conferencia decepcionante para muchos en sus resultados inmediatos pero que marcó un punto de inflexión cuyas consecuencias están siendo vividas más nítidamente con el paso del tiempo y que al menos nos dejó para la reflexión el 'espíritu de Río', una colección de conceptos positivos que poco a poco se extienden por las conciencias individuales y colectivas.

Tantos años después, el 'espíritu de Río' está -o debe estar- más vivo que nunca. Tanto los llamados ambientalistas como institucionales, tanto los avisos de los medios científicos como los de comunicación, nos alertan de que los problemas ambientales son graves, son ciertos y son globales. Más allá del problema del cambio climático, más allá de los vertidos petroleros al océano, más allá de la extinción prevista para el atún rojo, más allá de la sequía y la desertificación, más allá de la capa de ozono, más allá del reto de la movilidad urbana, más allá de la pérdida de identidad de los paisajes, más allá de la amenaza de los transgénicos. Más allá, mucho más allá, involucrando todos estos problemas y sumándolos a los muchos retos locales que cada sociedad y cada territorio va acumulando.

Este año, además, el Día Mundial del Medio Ambiente se celebra durante el Año Internacional de la Biodiversidad, efemérides sobre efemérides que aunque algo reiterativa nos viene a recordar la importancia del mantenimiento de la biodiversidad no sólo como un imperativo ético de las sociedades humanas, sino también como la propia garantía de supervivencia de nuestro mundo y de la calidad de vida de los ciudadanos que tenemos el privilegio de habitarlo.

Toca, por tanto, usar el 5 de junio como un nuevo toque de atención sobre los problemas ambientales, desde los más generales a los más locales, ya que todos participan por igual de la misma proyección hacia el futuro sensato que todos deseamos.