Voy a reiterar lo que alguna vez he dicho y escrito impulsado por las fotos que periódicamente nos hace llegar Joaquín Zamora, en su página Azul Tinta China. La mirada del magnífico fotógrafo nos trae la atmósfera entre el objetivo y el lejano o cercano horizonte; es esa grandeza artística que hizo de Velázquez un pintor único y universal. No, no vean disparatada la comparación, que no es comparación, en el caso de la fotografía también cuenta, y mucho, el aire que ha de traspasar la mirada; y esto sí es un denominador en común con el pintor.

Con ese aire de interior, Zamora ha colgado, en el Museo de la Ciudad, una colección de fotografías sobre el Real Casino de Murcia, realizadas una vez restaurado. Es verdad que el modelo elegido en esta ocasión -el autor emplea un virtuosismo fantástico cuando de la naturaleza se trata- se encuentra vestido de gala; aunque también es cierto que conozco espléndidos trabajos anteriores del mismo, en ocasiones de otra índole, en idéntico escenario aún menos ataviado, en las que su talento ha sumado perspectiva, encanto y sugerencia a la fotografía. (Trabajos en su web).

En la exposición, en sus imágenes, vemos un casino que nos parece distinto; más maravilloso aún por obra y gracia del ojo parpadeante del obturador mágico de la cámara de Zamora. Es un catálogo de grandes detalles propio de un profesional sin concesiones a malabarismos innecesarios. Su formalidad es producto de la inteligencia al mirar, de su acento al disparar.

Toda la arquitectura y su detalle nos parece monumental; los arabescos; los espejos; los oros de pan celestial de los grandes salones. Hasta cierto punto no parece nuestro gran, nuestro fantástico casino, más parece el santuario decorativo de todo un siglo por obra y gracia de la elección de los encuadres, de la sutileza de los brillos, del satinado esfuerzo por equilibrar la belleza, ahormada a las dos dimensiones de la fotografía.

Zamora ya es un artista de esta región con un gran nivel; no sólo con la cámara, ya lo tenía demostrado con el diseño. La ocasión de hoy viene a demostrarlo bordando el primor de los elementos elegidos. La Venus de Planes, la biblioteca o el salón de Baile. Toda la opulencia increíble de la arquitectura interior al alcance de la retina sin esfuerzo alguno por parte del observador; ayuda a todo ello los grandes formatos elegidos, la calidez del montaje, el espíritu general de la muestra. Feliz ocasión que ayuda a valorar al insigne retratado, un conjunto con suerte por haber sido visto con los ojos de Joaquín Zamora.

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