En las excavaciones del Molinete, en Cartagena, ha aparecido una magnífica cornucopia de mármol que, una vez restaurada, se ha convertido en el símbolo del yacimiento y en la estrella de la exposición Ars Asdrubalis, que todos los ciudadanos pueden contemplar en el Museo del Teatro Romano y en el ayuntamiento de Cartagena, y que el próximo año podremos visitar en Murcia. La cornucopia es ya una de las joyas de la arqueología regional, que afortunadamente cuenta con muchas otras. Ahora bien, si alguien afirmase que hemos hallado una pieza comparable a la Victoria de Samotracia o El discóbolo, tendríamos que decir que, desgraciadamente, no es así.

Lo anterior viene al caso, como habrán supuesto los lectores, por los hallazgos arqueológicos en San Esteban. Desde la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales no hemos restado importancia en ningún momento a lo encontrado allí, simplemente hemos querido describirlo con exactitud y justicia. Esperábamos encontrar viviendas en torno al palacio musulmán que se encuentra bajo San Esteban, y así ha sido. Lo que nos ha sorprendido es la extensión y el número de las viviendas encontradas, así como su baja calidad y mal estado de conservación. En cualquier caso, como alguno de los expertos que se han manifestado estos días ha señalado, siempre hemos defendido que lo peculiar del hallazgo es su configuración como gran espacio urbano que permite entender cómo era una vivienda islámica, y cómo se configuraba un barrio popular y un barrio de clase alta. Todo ello comunicado con un trazado urbano bien conservado. Ningún elemento aislado entre los aparecidos es importante, pero sí lo es el conjunto. Y el conjunto es lo que hemos decidido preservar. De ahí a decir que es el hallazgo más importante del Occidente musulmán, en un país como España, que cuenta con La Alhambra, la Mezquita de Córdoba, los Reales Alcázares y, no se nos olvide, Santa Clara en Murcia, es, sencilla y llanamente, caer en el ridículo. Los que afirman que Murcia vive a espaldas de su pasado musulmán no conocen el Palacio de Santa Clara, a pesar de estar en el centro de Murcia y ser uno de los espacios más bellos de la Región; y tampoco conocen la recuperación de los restos de San Juan de Dios, que se han presentado en prensa y que se están restaurando y musealizando para abrirlos al público a comienzos del año que viene. Por no mencionar cientos de metros de muralla conservados por toda la ciudad y miles de objetos que pueblan los museos, sólo en Murcia capital.

Ahora bien, ¿por qué elevar los restos y no dejarlos donde están? Cuatro son las razones fundamentales. En primer lugar, había que tomar una decisión sobre lo hallado antes de seguir excavando. Estamos en los niveles del s. XIII. Si seguimos buscando los del XII, que los hay, podemos: o bien destruir los del XIII, una vez estudiados y documentados, o bien conservarlos para su posterior musealización, porque hay que recordar que la metodología arqueológica es destructiva. Hemos optado por la segunda opción, conservar antes que destruir, además de que los niveles del XII pueden depararnos sorpresas inesperadas. En segundo lugar, había que desmontar una gran parte de lo hallado, se subiesen los restos o no, porque es necesario construir un muro pantalla que proteja el Palacio e Iglesia de San Esteban, que es un Bien de Interés Cultural y un edificio administrativo donde trabajan muchas personas. Un muro como éste que evitara problemas de desplome del edificio no podría hacerse sin destruir o desmontar los hallazgos. Hemos optado por desmontar y conservar. En tercer lugar, los problemas de conservación de los restos a esa profundidad son, en Murcia, muy importantes por los efectos de la humedad. Debemos recordar que, en su día, el Gobierno del Partido Socialista optó por volver a enterrar los restos hallados en la Plaza del Romea por no encontrar una solución óptima al problema de conjugar su exhibición con su conservación. Y optó por conservarlos enterrados. Nosotros hemos optado por desenterrarlos. En cuarto lugar, lo que hemos hallado, como ya he dicho, es parte de una ciudad, su arrabal, que permite andar por sus calles y entender cómo eran sus patios, sus casas, sus mansiones. Eso sólo tiene sentido si se hace al aire libre, si uno puede andar por patios ajardinados, como anda por una ciudad, si lo hallado vuelve a ser parte de la trama urbana de Murcia. Eso es lo que hemos querido conseguir, devolver a los ciudadanos, otra vez, un trozo de su historia.

Nuestra decisión no ha sido salomónica. No hemos buscado conjugar los intereses de todos. No es ése nuestro papel. Los argumentos que sucintamente he presentado son independientes de que se haga parking o deje de hacerse. Desde la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales no promovemos aparcamientos públicos. No nos competen. Nuestra tarea es el estudio y la preservación del patrimonio, ajenos a las voces de los que defienden más o menos aparcamientos en el centro de la ciudad.

Por último, quisiera dejar bien claro que no hemos decidido preservar sólo un tercio de lo hallado. El total de los metros que finalmente se conserven dependerá del proceso mismo de excavación, que les recuerdo que aún no ha acabado. Los números que hemos manejado, aproximativos, se refieren al total del solar del que hablamos, y hay que recordar que no en todo él han aparecido restos. La decisión final con respecto a los metros cuadrados totales a conservar sólo dependerá de que el futuro parque arqueológico haga inteligible la trama urbana del barrio allí encontrado y las vidas de las personas que lo habitaban, que andaban a ras de calle y no a más de tres metros bajo tierra.