Hoy se cumplen 20 años de la caída del muro que dividía Berlín. Se conmemora tal acontecimiento como un hecho tan trascendente como positivo, y los principales protagonistas del evento (Gorbachov, Bush padre y Khol) se pasean por el mundo entero entre agasajos y parabienes, reconocidos como insignes estadistas que habrían contribuido al triunfo del reino de la libertad. El transcurso de dos décadas quizá ofrezca una perspectiva suficiente sobre las causas y consecuencias de aquel hecho histórico, más allá de triunfalismos simplistas en no pocas ocasiones cargados de ideología y parcialidad, que mientras arrojan luz sobre determinadas circunstancias, se cuidan mucho de mantener otras en la penumbra. En principio, tendríamos que preguntarnos sobre quiénes perdieron y quiénes ganaron a resultas de aquellos acontecimientos que conmovieron al mundo. Y las estadísticas, como el algodón, no engañan. Y los números cuentan que en toda la Europa del Este se produjo, tras el fin del socialismo, un espectacular retroceso social. Efectivamente, las capas más desfavorecidas de la sociedad se hundieron en la pobreza, de la que no han salido 20 años después. Hoy en día, en Rusia, según Mirónov, presidente del Senado de aquel país, existen 45 millones de personas, un tercio de la población, con ingresos inferiores al nivel de subsistencia. Recientemente, Zbigniew Kowaleski, ex dirigente del sindicato Solidaridad, ariete decisivo contra el 'comunismo' polaco, declaraba que 'el capitalismo ha enriquecido a una parte pequeña de la población y empobrecido a amplias capas sociales'. Pero es que incluso en términos de simple crecimiento económico, la restauración del mercado puro y duro en los antiguos países socialistas ha supuesto un fracaso sin paliativos. En 2007, la renta por habitante rusa era un 27% de la estadounidense. En 1989, antes de que cayera la URSS, era del 43%. Las cifras son semejantes en toda la Europa oriental, donde se ha reducido la esperanza de vida casi en la misma proporción en que ha crecido la miseria. Los informes de la ONU sobre los estándares sociales de esa zona, veinte años después, son contundentes. Pero es que en el Occidente opulento, el triunfo del capitalismo en Europa oriental también ha tenido sus consecuencias. La OCDE, en su informe de 2008, establece que "los últimos 20 años han provocado aumento de las diferencias entre ricos y pobres" en el seno de esa organización, que agrupa a las 30 economías más desarrolladas. En Europa Occidental, desde 1990 hasta el presente, la parte del PIB que atañe a los salarios se ha reducido un 40% en favor de las rentas del capital. La globalización neoliberal, liberada del corsé que suponía la existencia de un modelo alternativo, emerge de los escombros de Berlín y coloniza todas las sociedades, inoculándolas el virus de la insolidaridad. Para los trabajadores y los pobres, el mundo de hoy es peor que aquél de 1989, cuando un muro partía en dos una ciudad, un país y un continente.

Dicho esto, las responsabilidades de los sistemas de tipo soviético en su propio fracaso y, en consecuencia, en el advenimiento en todo el orbe de un capitalismo inmisericorde que ahora exhibe sus límites, son evidentes. Rusia exportó a todo el Este un modelo socialista en el que el Estado todo lo posee y controla, con un fuerte sesgo militarista, resultado de las peculiares condiciones en que la URSS, en 1917, emprende la senda socialista, a saber: carencia de aparato productivo en el país e intenso acoso de las potencias capitalistas. Ello configura un modelo estatista y autoritario que, además, dado el tipo de incentivos en que se desenvuelve la burocracia, es incapaz de abordar la transición económica desde una acumulación extensiva a otra intensiva. La escasez y la falta de libertad coexisten con la garantía de los servicios básicos para la población y una cierta cohesión y solidaridad social. Estas carencias, unidas a la carrera de armamentos y a la imagen de opulencia que proyectan las sociedades occidentales, dan el toque de gracia a unos regímenes que, no obstante, son hoy depositarios de la nostalgia de quienes perdieron con su colapso. Hace 20 años cayó un muro, pero hoy existe otro, más grande, que excluye de una vida decente a una parte cada vez mayor de la humanidad. A ver quién tira ese.

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