Con el paso del tiempo, la evolución de la vida de los murcianos, en todos sus aspectos, varió profundamente. Los corregidores dejaron de administrar justicia; se vendió, y posteriormente, se demolió la Lonja; desaparecieron las covachuelas, y los baratilleros dejaron de vender en el mercado. Se trasformó el viejo palacio del Marqués de la Ensenada, en el que naciera el actor y poeta Julián Romea. Y sobre su solar se instaló la sucursal del Banco de España.
La fachada de la iglesia parroquial de Santa Catalina se construyó con pretensiones ojivales; el templo fue reconstruido en su interior, guardando unas proporciones y líneas del grecorromano. Después, se cubrió con una vulgar cubierta. A ambos lados de la puerta se instalaron dos lápidas en memoria del sacerdote y poeta Jacinto Polo, enterrado en este templo a principios del siglo XX. Hasta la plaza perdió su nombre, y pasó a llamarse Monassot, alcalde muy destacado de la ciudad de Murcia durante la epidemia colérica de 1854.
El Contraste se mantuvo en pie, poco menos que de milagro. El cronista de la Provincia de Murcia José María Ibáñez García se preguntó si por mucho tiempo. En el número extraordinario de La Verdad de 1930, publicó un artículo titulado Pendón de la ciudad, afirmando que su origen histórico procede del derecho concedido a los Concejos para levantar gente de armas y conquistar el territorio ocupado por los moros. Referida al reino de Murcia, esta fecha se remonta al año 1266, después de la constitución en esta fecha, de los primeros concejos en la Edad Media. Cada ciudad debía tener una bandera que guiara a las huestes cristianas en su lucha contra la morisma, y cada capitán de compañía levantaba esa bandera y alistaba a sus voluntarios. En caso de necesidad los municipios alistaban los contingentes exigidos. El armamento de estas tropas debía de custodiarse en locales de gran seguridad, autorizado expresamente para estos fines.
A principios del siglo XVII acudieron al reino de Murcia numerosos cuerpos de guardia y agentes de los Tercios como reserva, en previsión de guerra generalizada por el levantamiento de las Alpujarras. El Concejo necesitó construir un edificio para depositar las armas y utensilios necesarios para un ejército regular y permanente, integrado por regimientos de línea, y las milicias populares creadas en 1734.
Teniendo en cuenta la existencia en esa época de magníficos cuarteles, se explica y justifica la construcción de un edificio tan suntuoso como el Contraste, inicialmente con el mero destino de ser 'parque de utensilios militares y armamentos', aunque este edificio tuviera desde su inicio una doble misión: Sala de Armas y cuartel, en su piso noble: y otra planta, que fue demolida en la primera treintena del siglo XIX. Del Mercado de contratación en 'la planta de tierra' que tuvo el edificio anterior, nos informa el publicista lorquino Joaquín Espiner en su artículo de la revista Ibérica, de 12 de junio de 1932, afirmando que desde 1539 a 1552 se formó el Concejo de Murcia y se aprobaron las Ordenanzas de la Seda incluidas las de 18 de mayo de 1541.
En sus fachadas colocaron tres lápidas muy interesantes: La primera, en la fachada principal, al Norte, tiene la traza más exacta siendo construida con cierta opulencia y vistosas pilastras mensuladas; flanqueada su puerta abierta en el centro del muro, más próxima a la de Levante, por exigencias de la distribución interior. Tiene un salón bajo la escalera con primorosos relieves. Ostenta el escudo real y el de la ciudad, que en esa fecha tenía seis coronas, que se esculpió tres veces en el muro, guarnecido por vistosas coronas de flores y frutos.
Entre dos lápidas procedentes de Bib Almuñen, quedaba un gran espacio, sin ninguna simetría, en el que pintaron con tinta roja diversos vítores, expansión en su tiempo del entusiasmo popular por doctores y oradores famosos, ilustres regidores del Concejo y comisarios en las fiestas del Corpus, a quien el pueblo creyó merecedores de tal honor. Durante el siglo XVII el pueblo escribió breves citas de difícil interpretación como imperecederos recuerdos de la gloria de sus coetáneos, en la pared del Contraste, a modo de un álbum. Estos vítores aún se veían, los pocos que quedaban en el muro occidental, en la fachada del templo conventual de San Antonio.
La segunda lápida estaba en la fachada del Oeste. Menos vistosa de línea, y más reducida limitada por las plazas de Santa Catalina y Díaz Cassou, y al Oriente las casas de construcción moderna. El regio escudo la ennoblece igualmente, no pudiéndose contemplar de forma íntegra su proyecto definitivo por los frecuentes terremotos que sufrió la ciudad de Murcia durante la primera treintena del siglo XIX, que decidió al Concejo demoler el último cuerpo de la azotea, alumbrada por una serie de ventanas gemelas y grandes arcos semicirculares de los cuales aun se conservaba la torreta. La techumbre y el último cuerpo del edificio deben ser de 1827, siendo corregidor don Rafael Garfías Laplana.
La tercera lápida debió colocarse íntegramente en la Puerta del Mercado, siendo de gran interés la exención de los derechos fiscales que se pagaban en las aduanas interiores: "Por real privilegio de S.M. cada vecino de esta noble y leal Ciudad de Murcia, podrá pasar al reino de Valencia diez ducados, sin registrar, ni pagar derecho alguno. Por la Majestad del Rey don Felipe III, Nuestro Señor, a suplicación de la dicha Ciudad, siendo Corregidor don Gaspar Dávila de Balmaseda, regidor de la de Toledo; comisario general don Juan Marín Valdés, alguacil mayor de la Santa Inquisición regidor; y Miguel Pérez, jurado. Hizo merced que fuesen veinte ducados, por su real Cédula de XVIII de junio de 1619".
Y la tercera lápida, sin confirmar la trascripción que Ramos Rocamora copió, a espera de su comprobación. Se registró en mayo de 1804, cierta renovación en la Lonja, sobre cuya puerta se puso esta lápida: "Por Reales Cédulas y Reales Privilegios de S.M. se manda que de los caballos y ganados que hubiere por obligación de registrar, no se pida cuenta pasados cuatro años del Registro, y que baste registrar una vez el caballo, yegua o rozín, por la vida de tal animal, ni sean obligados a traer alcabala dentro de cuatro leguas de puertos, y que no haya obligación de registrar el ganado de pata hendida, ni bestias mularesas de Murcia".
Las tres lápidas, muy decorosamente, están guarnecidas con molduras de mármol gris o negro.
Documentación: Soledad Belmonte