Demi Moore se conserva tan bien porque purifica su sangre con sanguijuelas, eso he leído en el periódico, que no todo va a ser política. Por mi parte, trabé conocimiento con las sanguijuelas (y con Demi Moore, como más adelante se verá) en torno a los 8 ó 9 años, un día en el que me precipité en una acequia de la que salí con un bicho negro pegado a la pantorrilla de mi pierna izquierda. Sucedió en un pueblo donde veraneábamos y donde mis padres, creo, habían sido muy felices y muy jóvenes. Tengo fotos que lo demuestran. Cuando ocurrió lo de la sanguijuela ya no eran tan felices ni tan jóvenes como aparecen en esas fotos. Corrí a casa espantado, con aquel extraterrestre adherido irremediablemente a mi pierna, pues no había logrado arrancármelo de ninguna manera. En la casa sólo estaba la asistenta, que enseguida dio nombre a la cosa: sanguijuela. ¿Y qué era una sanguijuela? Un animal que vivía de la sangre de los otros. Quítamelo, imploré. No se puede hacer de cualquier modo, dijo. Si tiro de ella, te arrancaré un trozo de carne.

Visto con la perspectiva que da el tiempo, creo que la chica disfrutaba de la situación. Le gustaba mi espanto. A todos nos gusta un poco el espanto de los demás, especialmente si estamos familiarizados con aquello que lo provoca. Ella estaba familiarizada con las sanguijuelas. Trataba la mía al menos con una naturalidad atroz, incluso se permitía reír. Como no había nadie más en casa, yo estaba a su merced. ¿Qué hacemos?, pregunté. Me dijo que sólo había un modo de despegarla: el humo del tabaco. Entró entonces en el dormitorio de mis padres, cogió un cigarrillo del paquete que había en la mesilla de noche y volvió a la cocina. A mí los segundos me parecían siglos, no ya por el asco que me producía la sanguijuela, sino por el pánico a que me sacara toda la sangre antes de que la chica hubiera logrado despegarla. Recuerdo que encendió el cigarrillo con mucha ceremonia, pero también con gesto de malicia, como si estuviéramos haciendo algo prohibido. Su mirada decía: Yo te libero del animal, pero tú no dices nada de este cigarrillo.

Cogió una bocanada de humo, lo mantuvo en la boca, inflando los carrillos, y luego, agachada para colocarse a la altura de mi pantorrilla, lo proyectó sobre el animal. Como quiera que la sanguijuela continuara pegada a mi carne, la chica se fue acercando más en sucesivas bocanadas. Se acercó tanto que en una de ellas sus labios estaban pegados a mi piel, lo que me provocó un latigazo de placer, aunque entonces no sabía que era un latigazo de placer. Sí sabía, sin embargo, que se trataba de algo prohibido. Tengo asociado el primer beso al dolor de la sanguijuela. Durante aquellos instantes que, pese a los años transcurridos no han dejado de suceder, fui enormemente feliz con aquella combinación de sanguijuela y labios. El animal se desprendió por fin y la chica lo observó con expresión de triunfo sobre el suelo de la cocina. Luego me miró con expresión divertida y me ofreció el cigarrillo, del que di una calada mientras ella lo sostenía entre sus dedos. Estoy hablando, pues, de una experiencia sexual en toda regla y con sus dosis, por tanto, de pánico y felicidad. Nunca fui tan dichoso ni estuve tan asustado. Arrojamos los restos de aquella combustión amorosa (la sanguijuela y la colilla) al retrete, tiramos de la cadena y cada uno volvió a lo suyo, como si no hubiera ocurrido nada.

Pasados unos días, busqué la palabra sanguijuela en un diccionario que daba vueltas por casa. Decía así: "Anélido acuático de hasta doce centímetros de largo y uno de grueso, cuerpo anillado y una ventosa en cada extremo, con la boca en el centro de la anterior. Vive en las aguas dulces y se alimenta de la sangre de los animales a los que se agarra". Creo que me pareció todo muy sexual, especialmente lo de la ventosa y el cuerpo anillado. No sabía qué rayos podía significar 'anélido', ni tuve la curiosidad de buscarlo, pero me enamoré de aquella palabra. Todavía me gusta. Anélido. Pero el diccionario incluía una segunda acepción: "Persona que va poco a poco sacando a alguien dinero, alhajas y otras cosas".

Como se diera la circunstancia de que poco después echaran de casa a aquella chica, que al parecer llevaba realizando pequeños hurtos desde que empezara a trabajar con nosotros, deduje que era una sanguijuela con forma de persona. Y ahora viene lo mejor: se parecía mucho a la actual Demi Moore. Tengo una fotografía que lo demuestra.