He aquí una palabra fea y por ende pecaminosa, comparable a caca, pedo, pis, que, según nos enseñaron en la catequesis, constituye materia de confesión junto a las muy recientes ofensas a la divinidad decretadas por Benedicto: cochinadas ecológicas, drogarse sin receta médica, manipular con genes y -¡Novedad novedosísima!- hacerse rico. Nada más enterarme vía Rouco de este infernal anexo, me he precipitado contrito a los pies de mi confesor en demanda de absolución retroactiva, pues temo estar incurso en las mencionadas vilezas: no reciclo la basura haciendo caso omiso a la demencial variedad de contenedores, a menudo me coloco con cigarritos de la risa, manipulo mis genes o por lo menos mis genitales desperdiciando espermatozoides por doquier y, en fin, acaricio la esperanza de enriquecerme sin tasa merced a mi talento literario que tarde o temprano merecerá el Planeta. Desde hoy tengo muy presente en mis oraciones al pobre rico Manuel Pizarro, inocente en una opulencia inocentemente adquirida.

Me he desviado al amparo de la actualidad, según tengo por costumbre, pues el objeto de esta pieza era la militancia. Digo: 'militancia' suena mal, remite a mili y a cia, esa abreviatura mercantilista, rima con exabruptos como repugnancia, importancia e intolerancia. El PP, dijo Rajoy desde el precario balcón de mecanotubo mientras su mujer, Elvira, estupenda señora por cierto, lamíale la herida electoral acariciándole la barriguita, el PP tiene nada menos que 750.000 habitantes, digo militantes, en cuya representación la tropa aulladora en la sede genovesa el infausto 9-M -hienas emergidas del barrio de Salamanca-, exigía venganza contra el ganador mentiroso, el fustigador de víctimas, el traicionador de muertos...

Hay militancias y militancias. Las militantas de la diestra están más buenas que las de la ezquerra, dónde va a parar, mejor alimentadas, retocadas con sabiduría, pellejos bien estiraditos, culos y tetas empinados siliconalmente y, por añadidura, gozan de la gracia de Dios, pues comulgan a diario, circunstancia esta que añade morbo infinito a sus descarríos carnales: en la cama estas adulteras evangélicas propenden a las mayores guarrerías. Ellos, los militantes aderechados, frecuentan gimnasios asistidos por entrenador personal cuya ciencia aplican al disimulo de la andorga costosamente adquirida en el Jockey o en el Horcher, revisten los torsos de pullovers verde o rosa rabioso complementados con audacia inimitable por luengas bufandas de Hermés, contemplan, en fin, al prójimo desde la altura de los consejos de administración amenizados por azafatas atentísimas.

Frente a esto ¿qué cuerpos, qué actitudes, qué actividad ofrece la parroquia con carné de las sinistras? Observen en detalle el espectáculo de la calle Olimpo -importuna denominación de la calle de Izquierda Unida-, difundida con manifiesta mala fe por las televisiones el pasado 9-M. Allí estaba el honesto Gaspar Llamazares, saliendo cabizbajo del ascensor, portador de bolsa plastificada de la FNAC -¿contenía sus libros o sus útiles de aseo?-, con su trajecito de Cortefiel y menguada estatura, camino del exilio. Este hombrecillo adquirió en aquel momento, tras reconocer errores propios y ajenos, la estatura moral de un gigante. Si hubiera podido rectificar mi voto, se lo hubiera dado a él. ¿Qué coño hacían Victor Manuel, Ana Belen, o José Luis García Sánchez, tan comunistas ellos de toda la vida, encaramados al podium del vencedor, saltando cual batracios al ritmo de las trompetas? Con anterioridad, Gaspar había comparecido dando una rara lección de coherencia, escoltado por gente francamente anónima y, por añadidura, fea. Había a su lado una mujer tan consternada como gorda, de inescrutable expresión; detrás figuraba un tipo que sonreía de manera simple o tal vez no tan simple: también en IU pululan los buitres. Otros pavisosos completaban el cuadro, pero ninguno de ellos ponderó el trabajo de Gaspar, una labor esforzada, tenaz, benemérita, gracias a la cual el estomagante Julio Anguita, mirlo blanco de la reacción, memo y soberbio instrumento ocasional de Ramírez, pasó a peor vida reconcomido en su nicho cordobés. Por mor de Gaspar muchas leyes progresistas tomadas por ZP han sido posibles, la misma presidencia del socialista le debe en gran parte su existencia y, Dios le bendiga, las reliquias bolcheviques del PCE permanecen en el limbo, aunque ya empiezan a sacar el tiranosaurico pescuezo.

Otro año hablaré de la muchachada socialista donde, por breve tiempo, milité.