Se suspendieron los Desfiles Bíblico Pasionales de Lorca durante toda la Semana Santa por la lluvia (nunca había ocurrido tal cosa), aunque los del Viernes Santo por la noche, el mayor de sus esplendores, sólo por su amenaza. A la hora de comenzar el esperado acontecimiento, el cielo estaba tan despejado como estrellado; las osas y las constelaciones totalmente visibles. Fue entonces cuando siete hombres prudentes de más, con exceso de celo, los siete con mando en cuadriga, llamémosles magníficos, los seis presidentes de las Cofradías y el alcalde de la ciudad, don Leoncio, decidieron no sacar la procesión a la calle por manejar una previsión oficial del Instituto de Meteorología que anunciaba de 21 a 23 horas (de lleno) chaparrón tremendo sobre el Valle del Guadalentín. Ni una gota sobre Lorca; el aguacero le tocó a Cieza.

Demasiado para el cuerpo de lorquinos y visitantes que habían invertido en ilusión y pasión, tiempo y dinero. Insufrible para los que, haciéndose eco lógico del Interés Internacional (según declaración oficial muy reciente) de la oferta turística, se habían desplazado desde allá y desde mucho más lejos, a conocer una de las magnificencias que nos regala la región de Murcia y sus fervores por estas fechas.

Berrinche generalizado: "Alcalde, dimisión", pedían a gritos los más disgustados. Centenares de denuncias en comisaría de Policía al respecto de la frustración y lo cobrado por las sillas (en los boletos se aclara en el dorso... "si el tiempo no lo impide", o parecido); papeles a su señoría y trabajo para los que se ocupan del consumo y sus fraudes.

Se ha demostrado que la técnica no es infalible en materia de rayos y centellas y que los responsables de dar al pueblo lo que el pueblo pide y necesita, unos lánguidos. Los vecinos de Puerto Lumbreras, con mayor decisión, y a tan sólo quince kilómetros, sacaron sus cofradías a la calle. Bien es verdad que el valor del patrimonio en riesgo no es el mismo, ni mucho menos. "Alcalde, dimisión", siguen gritando los responsables del 'pollo' que se ha montado, por no saber mirar al cielo como Dios manda. Los antiguos tenían una norma diáfana: Si a la hora de la procesión no llueve, adelante con los faroles.

Ha sido un desastre para las almas, para la tradición antiquísima; rodarán cabezas institucionales y el meteorólogo de guardia (ignoro si existe el cargo) parece ser que se tragará el marrón según prevé la nota de prensa del Ayuntamiento lorquino. La cosa es más seria de lo que parece; en este asunto se manejan demasiados intereses económicos y, los más importantes, los espirituales. Me creo que en la presente ocasión las autoridades no han estado a la altura de los acontecimientos. Me parece a mí.

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