Me siento en la obligación de aclarar que estoy muy acatarrada. Tengo fiebre, moqueo, me pican los ojos, la nariz, la garganta, siento escalofríos por todo el cuerpo, la cabeza me estalla y los sesos flotan en mi cerebro como una barca fustigada por las olas que no parara de estrellarse contra las formaciones rocosas de mis huesos craneales. En este estado no me hago responsable de ninguno de los comentarios que se leen en este texto.

Por si alguien ya está pensando que soy una exagerada y que estoy ponderando mis síntomas, les recuerdo que servidora es mujer y si las mujeres decimos que estamos malas de morirnos es que estamos malas de morirnos, no me vayan a confundir con un hombre que por arrancarse un padrastro de la uña ya parece que le tienen que amputar el dedo, la mano y el brazo hasta el codo. Aunque mejor no nos metamos en exceso con los hombres que más de uno va a tener que recurrir a ellos para poder participar en el orgasmo global.

Una pareja americana de naturaleza pacifista ha convocado para el próximo 22 de diciembre, solsticio de invierno, un orgasmo global. Pueden participar en él todos los que lo deseen, sobre todo, si residen en zonas conflictivas de la Tierra. El orgasmo se alcanzará a lo largo de este día cómo, cuándo y dónde uno lo desee, lo importante es que se produzca, para que pueda cambiar la energía de la Tierra y evitar, de este modo, que dos flotas norteamericanas se dirijan al Golfo Pérsico para atacar Irán.

El principio del orgasmo global se basa al parecer en otro principio, el Proyecto Conciencia Global. He leído que un señor, el ingeniero Robert G. Jahn, fundó, en 1979, el departamento de Anomalías Físicas en la Universidad de Priceton, como consecuencia de una investigación iniciada años antes denominada Proyecto Conciencia Global.

"Se trataba -y se trata- de una serie de máquinas repartidas por todo el planeta que están 'tirando continuamente monedas' y revisando el porcentaje de 'caras y cruces' que aparecen y que, teóricamente, debería ser estable. Pues resulta que esto no es así. Los sesudos científicos del proyecto Conciencia Global se han dado cuenta de que el porcentaje de caras y cruces varían cuando se producen hechos especialmente 'desestabilizadores'. De esta manera, horas antes del 11-S la frecuencia estable varió inexplicablemente (aumentó el porcentaje de caras), al igual que sucedió horas antes del Tsunami de Indonesia. Esto les hace pensar que hay una especie de conciencia que nos une, un elemento global y común a todos los seres humanos y que interfiere, a veces, en el mundo físico".

El mensaje de esta tesis podría resumirse de la siguiente manera: "Si existe una conciencia global, y ésta puede ser influida mediáticamente -a través de la televisión, principalmente- podemos estar en las puertas de un control total mediante una simple 'sintonización' de las mentes de todo el planeta".

Si todo el mundo se pone a copular el 22 de diciembre pensando en la paz y alcanza el clímax sexual lanzando energía positiva por el globo igual hasta nos toca la lotería de Navidad.

Servidora, por ejemplo, cada vez que estornuda, siente que los cimientos de su edificio se resienten, tiemblan y retumban. ¿Es posible que mi cuerpo gaste tanta energía al estornudar que la estructura de mi bloque se tambalee o es el nivel freático que está afectando a la zona donde vivo?

Tengo la ligera sensación de que mi catarro no es un hecho aislado, sino un efecto provocado por la conciencia global. Antes, la navidad se adelantaba a noviembre por obra y gracia de un gran centro comercial, pero ahora tanto grandes centros como pequeñas tiendas traen la Navidad, los turrones y las almendras garrapiñadas un mes antes. ¿Es posible que mi cuerpo sienta frío, se acatarre y desee estar en casa abrigado consumiendo estos productos navideños antes de la fecha a causa de estas campañas publicitarias?

¿Es casualidad o hay algo más profundo y misterioso en el hecho de que mi casa tenga el aspecto de un campo nevado por culpa de los pañuelos moqueros que tengo desplegados por todo su ancho y largo? ¿Han caído en la cuenta de lo que podrían ahorrar en bolitas de navidad si decoraran su árbol de plástico con pañuelos moqueros?

¿No les parece la mar de romántico participar en el orgasmo global justo al pie de dicho árbol?

Achís.