El título es una cita de Andy Warhol. Todavía tengo en la memoria aquella imagen del telediario en la que nos advertían de toda la porquería que estábamos abandonando en el espacio desde que subimos allá arriba (tornillos, trozos de cohetes, cascotes...) cuando me veo ayer a un tipo al que se le ha ocurrido jugar al golf en pleno espacio sideral. El tipejo se aburre y decide mejorar su swing sin gravedad. Sin gravedad para él, porque al común de los mortales, de aquí a un tiempecito, nos pueden ingresar con la cabeza abierta a consecuencia de una pelotita de golf caída del cielo. La que avisa no es traidora.

Haz mal y no mires a quién. Hasta los refranes tendremos que modificar a este paso. Se recrudece la lista de profesores, médicos... hasta conserjes de institutos, acorralados por los bestias que habitan esta sociedad. ¿También la televisión tiene la culpa de esto? Era esa la excusa que se ponía ante la gandulería y dejadez de nuestros jóvenes. Yo leo y veo las noticias y contemplo como lo mismo tienen veinte años, que quince, que ochenta los que se dedican a matar a mujeres, profesores o lo que se les ponga por delante.

La sociedad, está claro, ha aumentado en peligrosidad y violencia. Esta semana una presentadora de la CNN sale en los papeles acusada de contribuir al suicidio de una joven a la que entrevistó. La joven acudió a su programa para denunciar la desaparición de su hijo de dos años y la presentadora, ni corta ni perezosa, recordó sus años mozos de antigua fiscal bombardeando a la invitada con preguntas sobre lo que hacía en el momento de la desaparición del bebé. Al día siguiente, poco antes de la emisión del espacio, la mujer, considerada sospechosa por la Policía Local que investiga la desaparición del pequeño, se suicidó con un arma de fuego. Por cierto, quÉ facilidad tiene todo el mundo para tener armas en casa ¿no? Por lo visto la presentadora era una especie de María Patiño y gritaba y se ensañaba acorralando a la joven madre. A todo esto, el niño sigue sin aparecer.

Aquí eso no pasa, estamos acostumbrados a ver como se acusan unos colaboradores a otros en las tertulias viperinas de todo lo más bajo y ruín. Lo que vende es soltar por esa boquita. Fito Paez saca un disco y también su lengua a pasear sobre Sabina cuando ya todos nos habíamos olvidado del tema. Esperanza Aguirre no cabe en sí de gozo al ver como su biografía se vende como rosquillas a costa de las perlas que ha soltado sobre Gallardón. Entonces es evidente que vende el insulto y los trapos sucios aunque quieras vender un libro sobre punto de cruz.

Echo de menos Crónicas Marcianas, por lo menos estaba claro de qué iba su rollo. Allí no te engañaban, sabías a lo que te exponías. Otros vendrán que mejor te harán ¿no es cierto? Javier Sardá, su presentador y director, comentaba entonces: "Somos arbitrarios, políticamente incorrectos, pero esto es oxígeno para el país. Cuanto más tabú es un tema, más nos gusta"... "El público, además de divertirse, quiere encontrar en Crónicas Marcianas un programa en el que se hable como en la calle y en el que se digan cosas que no pueden ser dichas en otros espacios como la guerra, el chapapote o la ministra"... Sardá se debe estar tronchando; ahora son los mismos ministros los que cuentan sus corrillos. El fallo de todo está en la hipocresía: si lo único que expones ante los ojos del que contempla es violencia, gritos, maltrato e insultos no esperes caricias a cambio. Me quema la sangre que niños de nueve años sepan quién es Julián Muñoz y Mayte Zaldívar. Ya lo decía Groucho Marx: "Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro". Una vez leí: "Hay algo absolutamente tranquilizador sobre la televisión: lo peor está siempre por venir".