No se trata de la vieja película del gran Billy Wilder sino de la foto de familia escenificada la semana pasada por el Gobierno, la patronal y los sindicatos. Todos necesitaban inmortalizar con una instantánea el comienzo del diálogo social. Zapatero para dar un nuevo balón de oxígeno a eso del talante. UGT y CC OO, para recordar a la opinión pública que todavía existen. CEOE para mostrar la capacidad de los capitanes de la industria de entenderse con los socialistas. Sin duda fue bonito verles en hermandad y compañía, tocados por el mejor y más consistente símbolo de la era PSOE, la sonrisa de Zapatero, esa irreprimible muestra de felicidad ante lo inesperado. Otra cosa es la utilidad que tenga la famosa concertación.

El Ejecutivo ha dicho: No habrá reformas laborales sin consenso de los interlocutores sociales. Como sucede con todos los Gobiernos de la democracia, el socialista considera que es posible resolver cualquier problema con el diálogo. Por desgracia, las cosas no son así. Con o sin acuerdo de las centrales y de la patronal es necesario flexibilizar el mercado de trabajo para seguir creando empleo y reduciendo el paro. Sin un despido más barato no disminuirá la contratación temporal y sin una negociación colectiva descentralizada no es posible ajustar los salarios a la evolución de las empresas y a la de la productividad. Eso de la formación, de la inversión en I+D+i está muy bien pero no constituye el núcleo duro de los problemas existentes en el mercado laboral español.

La declaración de intenciones formulada por Gobierno-UGT/CC OO/CEOE es una preciosa carta a las Reyes Magos sin contenido real alguno. Eso sí, se disponen a hablar sin un límite temporal preciso porque todos tienen un talante abierto. Es el sino de los tiempos. Predominan las formas sobre la sustancia en un juego que hace de la cosa pública un ejercicio de bizantinismo cursi. Pero no importa. Todavía estamos inmersos en un ciclo expansivo que permite camuflar el inmovilismo del gabinete socialista. Aunque quizá sea mejor ya que el activismo de algunos ministros es para echarse a temblar.