Ha causado sorpresa que Convergència Democràtica, el partido nacionalista catalán moderado, se plantee decir no a la futura Constitución europea en un referéndum. Las bases han obligado a celebrar un congreso extraordinario para decidir la cuestión, por no reconocer oficialmente al catalán en Europa. Y no están solos.

Otras dos formaciones catalanas (Esquerra Republicana e Iniciativa per Catalunya) también dudan sobre la Carta Magna. Así que tres fuerzas representativas de la mitad del Parlamento catalán no harían campaña a favor de la Constitución.

Más significativo es lo que sucede en la oposición. A la luz del discurso de Aznar en la fundación FAES, la facción 'dura' del PP no cree en el texto constitucional, que considera un 'juego de poder' de Francia y Alemania en el que España ha perdido peso.

¿Qué une a Aznar, Carod-Rovira y al militante de Convergència, ingeniero y hablante de cuatro idiomas, que propuso la enmienda contraria a la Constitución europea? Su falta de participación en la transición y, por tanto, la ausencia de complejos derivada de ello.

Cuando España entró en Europa debía 'hacerse perdonar' su bajo nivel económico y su procedencia de una dictadura. La retirada de González o Pujol es el fin de un grupo de políticos que entendía Europa como la solución al histórico atraso español. Con la llegada de nuevos dirigentes, la pertenencia al continente se asume sin actitudes timoratas, para las que el no a Europa es caer en el limbo.

Las cúpulas de los grandes partidos promoverán el sí y, aunque es previsible un apoyo a la Constitución, las sorpresas no son descartables. En cualquier caso, parece que nos situamos como en otros países más maduros: sí a Europa, pero no a cualquier precio.