El beato José Luis (ZP), derramando torrentes de carisma sin mengua de la debida humildad, impartía su salutación a los llegados desde los cuatro puntos cardinales para recibir la bendición y, de paso, la cuota de poder a que con su comportamiento y buenas obras se hubiesen hecho acreedores. Nombraba amoroso a cada una de las diócesis o federaciones y las confortaba con palabras de ánimo y felicitación, con los que las dichas congregaciones alborozábanse sobremanera y mostraban mucho contento. Mas, he aquí, que, al llegarle el turno a los hermanos murcianos, el gesto del Benedicto se tornó impasible, por no decir severo, y su exhortación carecía de entusiasmo, sonaba insustancial, traslucía aires de trámite y, por añadidura, resultó brevísima.

La embajada huertana entró al punto en depresión y hondo desconcierto, sintiendo lastimada su autoestima, por lo que decidieron someterse a terapia de grupo y encargar al abad Fray Francisco (Abellán) que recabase noticia acerca de la significación de semejante talante en el Altísimo.

La dicha terapia consistió, además de en honestos esparcimientos nocturnos, en un descarnado examen de conciencia, llevado a cabo con discreción por pasillos y posadas. De inmediato florecieron las interrogaciones en el seno de la familia. ¿Habría querido El Gran Pactador llamar la atención al PSRM por perder incansable todas las elecciones desde 1995, tras quince años de mayorías más o menos absolutas? ¿Tal vez no eran de su gusto los sucesivos cambios en el aparato regional? ¿Contemplaba insatisfecho la falta de imaginación, agresividad y táctica en los menesteres de oposición? ¿Estaría sugiriendo mayores dosis de astucia y malignidad en el tema hídrico para que el PP no se llevara el gato al agua? ¿O quizás se dolía por la prolongada ausencia de liderazgo?

De estos pecados, y otros que el pudor impide mencionar, hacían inventario los penitentes, sin que a ninguno se pudiera atribuir a ciencia cierta el desapego del Padre. Era necesario aguardar a que Fray Francisco fuera recibido en confesión, hecho que no se produciría hasta la noche del sábado.

No obstante, durante el penoso interino, hubo voces que trataban de dulcificar el trance argumentando que en el estilo del Maestro no cabían ni la acritud ni la grosería, por lo que estaríamos en presencia de un lapsus o deslizamiento memorístico con causa en la fatiga propia de su alta magistratura. Este lenitivo fue extendiéndose poco a poco entre la atormentada delegación, de manera que la sonrisa volvió a aflorar en sus rostros. A pesar de lo cual, perdido como habían la confianza en sí mismos, dudaban, se reafirmaban, y volvían a dudar acerca de la eventualidad de que alguno de sus miembros tomara asiento y mando en la Ejecutiva nacional.

Deslizábanse interminables las horas de la noche sabatina y la entrevista con Rodríguez se aplazaba por mor de intensas negociaciones que mantenía para compaginar los anhelos de delegaciones más poderosas. Iban y venían emisarios desde las alturas a la cafetería, que tornose cuasi desierta. Algunos congregados murcianos, presos de agotamiento, prefirieron aguardar en la cama, entre ellos este cronista.

Amaneció, por fin, el venturoso día del Señor, domingo, cuatro de Octubre del dos mil cuatro, y con él el sosiego, la alegría y la esperanza volvieron a brillar en el horizonte del esforzado comité. Al parecer, según anunció Fray Francisco en la alta noche, a la salida del santuario, se había tratado, en efecto, de un malentendido, una torcida interpretación de los ademanes del Santo, que, lejos de cualquier hostilidad, al recibirlo en su seno, le había mostrado todas sus complacencias hacia esta bendita tierra. Y, a modo de señal o relicario, esgrimía el nombramiento como secretaria ejecutiva de la diputada regional, compañera Rosa Peñalver Pérez, nata en San Pedro del Pinatar hace cincuenta años, soltera y licenciada en Historia.

Sólo restaba acudir a la clausura del cónclave, apoteosis de satisfacciones y aplausos, donde El Que Todo Lo Pacta impartió su bendición urbi et orbi, llamando sin cesar al optimismo, la humildad, el compromiso, la ciudadanía, la diversidad, la igualdad de los discapacitados y las mujeres, la democracia avanzada, el empleo fijo, la enseñanza laica, la sanidad pública...Y aquí paz (si Bush quiere) y después gloria. Laus Deo.