Tal vez sea porque hice el bachiller de letras, o porque de jovenzuelo estuve a punto de electrocutarme al quedarme pegado al cable pelado de un tocadiscos (todavía conservo la marca en la yema del dedo), pero lo cierto es que las nuevas tecnologías y yo andamos desde entonces a la gresca. No consigo entender nada de los mamotréticos manuales de uso de un televisor o de un reproductor de DVD, más allá del significado de ON y de OFF. Y con los ordenadores, ni les cuento, me peleo diariamente con el WORD, unas veces gano yo, otras él, y gracias. Eso sí, mi dominio del inglés es cada vez más completo gracias a todas esas palabras tecnológicas, comerciales y casi mágicas importadas del idioma de Shakespeare, aunque si pudiéramos preguntar al propio Shakespeare por ellas nos confesaría que no tiene ni puñetera idea de lo que significan. Con todo, el que peor lo llevaría es Cervantes, autor de un libro de obligada lectura que nadie lee. Nuestros mass media -en cristiano, nuestros medios de comunicación de masas- más progresistas y adelantados, especialmente la fugaz televisión, nos bombardean constantemente con una jerigonza aparentemente inglesa que ha ido sustituyendo, lenta pero inexorablemente, a las originales locuciones de nuestra lengua que se empleaban para expresar una idea en dos palabras. La palma se la llevan los anuncios publicitarios. Para comunicarnos la feliz noticia de que si usas unas zapatillas Nike puedes hacer lo que te salga de las narices -por mencionar un órgano políticamente correcto-, los anuncios publicitarios emplean el lema Just Do It (Hazlo). Pero ocurre que resulta difícil de entender para los que no son angloparlantes, de tal suerte que muchos se quedan sólo con la música de las palabras, yestduit, y no con el contenido.

El otro día me adelantó un camión que publicitaba una conocida marca española de zapatería. Debajo de la marca se podía leer el aclaratorio lema Long walk, sólo que no aclaraba nada a los que no supieran que la referida leyenda significa, más o menos, caminata; y aun así, tampoco quedaba muy claro el efecto de una publicidad que nos sugiere un molesto dolor de callos o de juanetes. Es fácil entender que las marcas americanas empleen su publicidad originaria en inglés, pero se entiende menos que las españolas se publiciten en España en ese idioma. Debe ser el mismo complejo inconfesable por el que algunos modistos españoles se italianizan el nombre y escriben debajo la palabra Milano.

Flaco favor le hacen los publicistas al idioma español, tan flaco como el que le hacen ciertos modistos al orgullo patrio.

Pero como hay que estar con los tiempos que corren, Ignatius, mi asesor publicitario, siempre dispuesto a hacer un dinerito, ha ideado una serie de lemas que pueden quedar preciosos detrás del nombre de la cosa anunciada, sea cual sea ésta. Para ello, aplicando la técnica de un divertido 'emilio' que circula por internet, ha usado algunos dichos corrientes y los ha traducido a un inglés un tanto macarrónico, a fin de que los españoles menos duchos con la lengua de James Joyce podamos entender el mensaje sin mucho problema. Los hijos de la pérfida Albión lo tendrán más difícil.

Arroz de Calasparra: If you want rice, Katherine.

Preservativos Control: By if the flyes.

Ministerio de Medio Ambiente: Shit you, little parrot.

Gobierno de Zapatero: To rectify is of clever persons.

El Trasvase del Ebro: Go to fry asparragus.

El Ave: It runs that peels them itself.

El Plan de Vivienda: More lied than roman leg.

La Selección Española: A pair of eggs.

PP: Don't you make bitter, Menárguez.

PSOE: Today as yesterday, more fresh than a lettuce.

IU: Ow, what laugh, aunt Marisa!.

Sector inmobiliario: They paint bald the oportunity.

El verano dichoso: Heavier than a cow in arms.

Las vacaciones de agosto: To other thing, butterfly.

-Bueno -dirá usted-, pero este artículo, ¿no eran unas 'Reflexiones en torno a un botijo'? Lleva usted gastadas casi mil palabras y todavía no nos ha dicho nada sobre el puñetero botijo.

Pues sí, querido lector, no he dicho nada sobre el botijo porque resulta que yo no le quería hablar hoy de botijo alguno, tal vez en otra ocasión, sino acerca de la invasión de palabras inglesas en los anuncios publicitarios españoles. Pero le aclaro su confusión o quizás la mía. Sin duda no debiera haber empleado en el título de este artículo el adverbio en torno a, sino acerca de. Yo no he escrito acerca de un botijo porque lo he hecho sentado al lado de un botijo, o sea en los alrededores de un botijo, o mejor aún teniendo un botijo cerca e, incluso, estando el botijo situado entre Ignatius y yo, que era lo propio, pues el tradicional botijo lleno de agua bautizada con un chorrico de anís seco sigue siendo, pese a todos los avances de la ciencia, una herramienta insustituible para combatir este infame calor que nos agobia. La explicación, como ve, es bien simple.

Es decir, more simple than a botijo mechanism.

juanmegias@eresmas.com