Quiero ser un león para copular treinta veces al día, me decía cuando era más joven después de acomodarme en el sofá a ver un documental a la espera de que la dulce siesta me venciera con su sopor veraniego, pero con el tiempo he ido retocando poco a poco la idea.

Los leones pueden llegar a copular con una leona unas treinta veces o más al día, pero son coitos rápidos, porque como el rey de la selva se demore más de la cuenta la leona le pega unos zarpazos de no te menees que pueden dejarlo impotente del susto o del disgusto, según la puntería de la leona.

Más tarde me sedujo convertirme en almeja porque leí en una revista de esas de naturaleza que las almejas macho tienen un órgano sexual de unos veintitrés centímetros y esas medidas, aunque las almejas sean de carril, me parecían imponentes en un cuerpo tan pequeño y pensé que ser almeja hembra debía de ser gloria bendita, pero la almeja macho entreabre un poco la concha, deja salir su cacho virilidad como una manguera que riega el huerto de la almeja hembra y no hay roce ni nada, como es tan larga, y si no hay roce tampoco es plan.

En mi época romántico-mística a punto estuve de adoptar el estilo mantis religiosa. La hembra de este insecto es bastante más grande que el macho y es la insectificación de la dominadora y del aquí te pillo, aquí te mato por excelencia, pues sufre de hambre durante la cópula y, como lo que tiene más a mano es el macho, le da por devorarlo mientras el pobre la cubre hasta dejarlo sólo en un falo sin cuerpo que puede seguir inseminando, el problema es que no sé andar y mascar chicle al mismo tiempo y estar metido en faena y degustando hasta ese extremo se me antoja dificultoso e innecesario y además una pena, desperdiciar un amante por un arranque de hambre no es nada inteligente.

Tras mucho documental y mucha historia natural, los humanos somos, a mi entender, los que mejor lo tenemos en cuestión de relaciones sexuales, nadie nos va a pegar un zarpazo, ni se va a acercar a nosotros con textura de armadura, ni se va a llenar la tripa con nosotros a no ser que así lo deseemos. Los humanos podemos desear lo que queramos en cuestiones sexuales y hacerlo realidad, nuestra piel blanda y suave, carente de vello, nos hace especialmente sensibles para recibir cualquier tipo de manifestación sexual y la disposición de nuestros genitales nos permite adoptar tantas posturas como imaginación tengamos, pero, ¿de qué nos sirve?

"Los españoles hacen el amor en casa, los fines de semana y de forma planeada" y, lo que es peor, un estudio revela que el tiempo medio que se emplea en los preliminares es de quince minutos, qué completo y rotundo fracaso, qué desastre.

Tanto beneficio corporal y nadie se beneficia bien a nadie. Es cierto que con el trabajo, los hijos, los padres, las madres, los estudios, los jefes, la compra, la hipoteca, el coche, la ropa, el móvil, el agua, la luz, el gas y mil cosas, estar de fiesta se complica, pero la estadística es para deprimirse; por cierto, hacer el amor va genial contra la depresión.

Quince minutos de preliminares, por favor, esto no puede ser, vaya falta de seriedad y de profesionalidad y de respeto y de todo. Hacer el amor es como cocinar, donde no todo se resume en llevarte la cucharada a la boca y ver cómo ha salido la comida. Primero se escogen los alimentos y después se dispersan por la encimera y se eligen los utensilios necesarios y se tocan los turgentes pimientos y el gelatinoso pescado y se sienten las gotas que se deslizan por la mano cuando se parten los tomates y se maravillan los ojos cuando aparecen debajo de la marrón piel las blancas patatas y se sorprenden cuando se baten los huevos y la clara se empieza a rizar y se llena de burbujas que hacen cosquillas en los dedos si se toca y se huele el olor a ajos cuando se trocean para saltearlos y nos llega el aroma del laurel y se prueba durante la cocción para ver si hay que añadir sal y se pincha con un tenedor para ver si la zanahoria se ha puesto tierna y se comprueba si el agua está en ebullición para introducir los alimentos en la olla y se observa que unos tardan más en hacerse que otros y no por eso estarán luego menos ricos y gustosos y se presenta todo en una linda vajilla y casi comer es lo de menos, pero si encima el guiso, al llevarlo a la boca y a la nariz y masticarlo con los dientes y saborearlo con la lengua, está delicioso, no puede estar de otra forma hecho con interés, miel sobre hojuelas.

Cocinar se lleva su tiempo y con las prisas cada vez se cocina peor o no se cocina y se opta por el congelado y demás variantes, por eso mismo, por favor, al menos centrémonos al hacer el amor, que es uno de los placeres más ricos de la tierra y los humanos tenemos todas las opciones a nuestro alcance para respetarlo y disfrutarlo y que no me pille la estadística y si no que me convierta en león.