Hace unos días hablaba de lo importante que son las ceremonias que se celebran en los Juegos Olímpicos para distinguirlos de cualquier otro evento deportivo mundial. Y es que no existe ningún acto de inauguración que despierte tanta expectación entre los deportistas, como tuvo lugar hace unos días la de Río de Janeiro. ¿Habéis visto alguna ceremonia de inauguración de un mundial de fútbol, de baloncesto o atletismo en el que participen con tanto entusiasmo los protagonistas?

Por experiencia son actos que suponen una tortura para los atletas. De hecho, cuando íbamos a un evento de atletismo con ceremonia de inauguración, intentábamos escabullirnos para no asistir y aprovechar el tiempo para descansar o realizar los entrenamientos previos antes de que llegara el día de la competición. Sin embargo, el ambiente olímpico incita a vivir acontecimientos inolvidables e irrepetibles. Desde España hemos compartido con nuestros deportistas olímpicos su alegría por desfilar, realizarse un selfie con Gasol o Nadal, vitorear el último relevo de la antorcha y emocionarse con el encendido del pebetero olímpico.

Personalmente me quedo con la sonrisa de nuestra murcianica Laura Gil compartiendo su sueño olímpico en las redes sociales. Y también por los intensos momentos que le quedan por disfrutar en la Villa Olímpica, la residencia de los más de diecisiete mil deportistas y oficiales que vivirán durante los diecisiete días de competición.

La Villa Olímpica es el claro ejemplo de confraternización de las más de doscientas naciones, que representan a diversas razas, religiones y culturas del mundo adheridas a los valores olímpicos de respeto, tolerancia, solidaridad y entendimiento. En esta ciudad se respira el auténtico Espíritu Olímpico. Su inmenso comedor, abierto las veinticuatro horas, te ofrece la oportunidad de compartir un desayuno junto a Michael Phelps, subir en el mismo bus urbano que Usain Bolt de camino al Estadio Olímpico, o felicitar a Mireia Belmonte por su nueva medalla mientras esperas un ascensor. No obstante, siempre existen excepciones, como los deportes que tienen sede olímpica en otras ciudades o deportistas que prefieren mantener las distancias con el resto de compañeros y rivales. A veces, se achaca a la seguridad de los participantes, como sucede en ocasiones con el Comité Olímpico de Israel, acompañado de fuertes medidas de seguridad, o como ha demostrado la selección de baloncesto norteamericana de la NBA, tradicionalmente hospedada en lujosos hoteles o trasatlánticos, alejada del corazón de los Juegos Olímpicos y que se encuentra en las antípodas del Espíritu Olímpico.