La Opinión de Murcia

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Crítica

'Servant': retiro lo dicho

Por bien construido que estuviera el suspense, por mucho que se esmeraran sus planos, si al final la cosa no iba a ningún sitio… Mire usted, vaya a tomarle el pelo a otro

Personajes principales de la serie 'Servant'. L.O.

Vamos a ser francos con todo esto. Llevo tres temporadas aplaudiendo y venerando las últimas tres temporadas de Servant. Que si tiene muy buena atmósfera, que si cuida mucho el suspense, que si sus planos son el no va más. Y en gran medida era y es verdad. Servant tiene una atmósfera que ya la quisieran para sí muchas series y películas. Había algo en sus imágenes, en sus planos, en su atmósfera, que casi se podía tocar con la mano. Todo parecía extraño y las cosas, más que los personajes, parecían irradiar cierto aroma enrarecido. Nada parecía estar en su sitio en Servant y, lo que es más, cada rincón de aquella casa en la que transcurría buena parte de la serie parecía no ser, ni querer ser segura, porque todo apuntaba a que guardaba demasiados secretos entre sus paredes. 

Pero, además, es que en Servant había un cuidado casi inaudito por el plano y por determinados movimientos de cámara. Uno tenía la sensación de estar asistiendo ante una pequeña y siniestra pieza de cámara. Sin grandes aspavientos pirotécnicos y centrándose mucho en lo que pasa alrededor de los personajes y no tanto en los propios personajes, Servant se fue construyendo como un inquietante castillo de naipes, aunque, eso sí, de imprevista resolución. Perdidos ya nos enseñó que no se puede construir un relato encadenando suspense tras suspense hasta el infinito, porque antes o después habrá que dar explicaciones y, a buen seguro, pueden estar seguros de que serán francamente decepcionantes.

Pues bien, a su modo, aunque en un tono completamente distinto y con unas intenciones diametralmente diferentes, Servant es un poco un Perdidos cotidiano. Un culebrón de andar por casa con muchos movimientos falsos y pistas diseñadas con el único propósito de despistar al respetable. Eso sí. Que nadie espere terminar la cuarta temporada de esta serie que se supone que concluía aquí, con una idea clara de lo que ha pasado. Porque eso no va a suceder.

La cuarta temporada de Servant es, de lejos, la más floja de todas. No solo no nos lleva a ningún sitio, sino que, además, tengo la sensación de que ha sido la menos cuidada. Es como si sus responsables, sabedores de que el invento estaba funcionando, se hubieran dedicado únicamente a ir cerrando cabos, porque es verdad que había un montón de cabos que cerrar. Ahí un detalle curioso, por ejemplo, en la banda sonora de Trevor Gureckis. En sus primeras temporadas era verdaderamente angustiosa, estresante, abrumadoramente inquietante. Sin embargo, por alguna extraña razón, en esta cuarta entrega se tornó convencional, insípida, de esas bandas sonoras que hubiera dado igual ponerlas en Servant que en Matanza siniestra 4. El renacer de los condenados porque es, sin lugar a dudas, lo de menos. Y esto es interesante porque en las dos primeras temporadas la música era casi un personaje más, algo que te decía in-de-fec-ti-ble-men-te que algo iba mal, pero en esta cuarta temporada, si son de los tipos raros que se fijan en las músicas de las películas como yo, verán que tanto da que la hubiera hecho Gureckis que el hermano del Tío Tom al que le gustaba tocar el órgano.

Dicho esto, lo digo alto y claro, retiro lo dicho acerca de Servant. Y no porque haya mentido o me haya equivocado, creo que no ha sido el caso. Sino porque por bien construido que estuviera el suspense, por mucho que se esmeraran sus planos, si al final la cosa no iba a ningún sitio… Mire usted, vaya a tomarle el pelo a otro.

El problema es que esta es la tónica habitual. No es que Servant haya sido particularmente maliciosa por darnos gato por liebre, porque esto pasa todos los malditos días. Estamos tan acostumbrados a que nos eternicen las horas frente al televisor a cambio de humo que, lógicamente, siguen haciendo lo mismo una y otra vez. Les digo más. El otro día se anunciaba la exorbitada duración de Indiana Jones y el dial del destino, que dure lo que dure va a ser un éxito de masas, eso lo sabe todo el mundo. 142 minutos. Estamos hablando de dos horas y veintidós minutos. Ni qué decir tiene que es la más larga de todas las entregas de Indiana Jones.

Pues bien, Kathleen Kennedy, presidenta de LucasFilm y la que corta el bacalao en todas las películas que se han hecho de Star Wars y por supuesto en esta última de Indiana Jones, reconocía abiertamente que esta nueva entrega del arqueólogo más famoso del mundo era tan larga porque estamos en la era del streaming. Y ahora señores y señoras, la cosa se calcula en función del tiempo que tengamos al respetable pegado al televisor, aunque no valga la pena ver lo que estamos viendo. Y, honestamente, creo que es así de simple y de cruda realidad.

Yo no digo que Indiana Jones vaya a ser basura, pero que ahora se estén midiendo las producciones audiovisuales al peso por segundos, minutos y horas me parece una soberana desfachatez. Y el caso es que no oigo a nadie rechistar sobre todo esto, de modo que una de dos, o definitivamente me estoy haciendo viejo o soy muy listo. Y vaya por delante que yo siempre he sido una cosa normal. Ni mucho ni poco ni para comerse el coco…

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