Hace unas pocas semanas que nos hemos despedido de una de las mejores series de televisión de los últimos años. The Good Fight se nos ha ido tras seis temporadas y lo ha hecho casi de la misma manera en que lo hizo su serie madre, The Good Wife: Volviendo exactamente al mismo lugar donde empezó todo. Y eso que aquí contábamos con el inconveniente de que una buena parte del reparto que se subió al barco al principio se había ido marchando a medida que avanzaban las temporadas. Ni Rose Leslie en el papel de la joven Maia Rindell y llamada a ser la heredera de Alicia, ni Crush Jumbo como Lucca Queen, ni Delroy Lindo en el papel de Adrian Boseman estaban ya en el reparto. Pero aun así, en el final hemos regresado al principio.

En el primer episodio veíamos a una Diane Lockhart (Cristine Baranski) acariciando su glorioso retiro en algún lugar de la campiña francesa, cuidando viñedos. Exactamente lo mismo que empieza a plantearse nuestra protagonista en el desenlace de la serie. Pero hay un cronómetro que inicia una cuenta atrás. Dado que nos encontramos ante el último episodio, nos hace temernos que a lo mejor no puede pasar nada bueno cuando llegue a cero. Esos objetos que veíamos saltar por los aires en los títulos de crédito desde el primer episodio, resultó que estaban siendo destrozados por las balas de un francotirador. Ni qué decir tiene que a partir de ahora vienen muchos spoilers sobre el final, para todos aquellos que aún no lo hayan visto.

A lo largo de toda esta última temporada, sin duda la más surrealista de toda la serie, hemos tenido la sensación de que el mundo se iba literalmente a la mierda. Que era realmente el final de todo. Los protagonistas permanecían encerrados en las oficinas de su empresa, como en una burbuja, mientras en las calles hay toda una batalla campal. El día de la toma del Capitolio tras la derrota de Donald Trump en las pasadas elecciones a la presidencia estadounidense, saltaron por los aires todas las líneas rojas y desde entonces la convivencia parece haberse vuelto irrespirable. Como si toda la nación viviera permanentemente al borde de una guerra civil. Una sociedad hasta las narices y unos líderes políticos que no están a la altura de la situación y los nuevos retos del mundo. Con supremacistas blancos saliendo a las calles a imponer su posverdad a base de mamporros y sus opositores que se plantean el usar exactamente las mismas armas que su enemigo. Mientras todo se hunde, a Diane no se le ocurre otra cosa que empezar unas sesiones de terapia con la ayuda de esas pastillas que hacen ver elefantes rosas y unicornios. Parece como si volviéramos a aquellos días de la pandemia en que si se hundía el mundo, por lo menos que no nos cerraran los bares.

Desde el principio de la serie, los guionistas jugaron con la idea de una posible vuelta de Alicia Florrick (Julianna Margulies). La verdad es que si Alicia tenía que regresar, no había mejor momento que éste, De hecho, hemos tenido algún que otro cameo del reparto de The Good Wife a lo largo de esta temporada final que podía dar alas a esas teorías. A la excéntrica Elisabeth Tascioni (Carrie Preston) ya la habíamos tenido por aquí en anteriores entregas. Pero más grato fue el regreso de Eli Gold (Alan Cumming). Por él supimos que Alicia estaba en Nueva York y que las cosas parecían irle de maravilla. No tanto a su ex, Peter Florrick, envuelto en más escándalos de corrupción. Tan escondido como su actor en la vida real, Chris North, vetado de la secuela de Sexo en Nueva York. Pero Alicia, no volvió. Esas alusiones a ella en unas líneas de diálogo ha sido toda su aparición en esta serie.

Al final Alicia no ha sido quién regresó. Una de las escenas más recordadas del primer episodio fue la cara de Diane al ver que Donald Trump se convertía en el nuevo presidente de los Estados Unidos. A lo largo de sus cuatro primeras temporadas, la serie se convirtió en una especie de bastión televisivo para liderar la resistencia antiTrump. El ingenio y los brillantes diálogos del matrimonio Robert y Michelle King se convertían en el escalpelo para desmontar las manipulaciones de su Administración. Hasta que en la quinta temporada, el hombre del tupé amarillo perdió las elecciones. Una nueva realidad se abría camino y los guiones se centraron en contarnos cómo estaba siendo la América postTrump. Los King siempre han intentado actualizar sus tramas a la realidad política del país. Su índice de predicciones podría ser superior al de Los Simpsons. De hecho esta última temporada se han atrevido a seguir mojándose y hacer vaticinios. Entre ellos, una posible anulación por parte del Supremo del matrimonio homosexual. Realidad a la que el propio Congreso estadounidense también ha querido anticiparse esta semana con una ley que blinda la protección de estos enlaces. También hemos visto tramas de rabiosa actualidad, como denuncias por agresiones sexuales en el Metaverso. No hay temas espinosos en los que la serie no haya eludido meterse a lo largo de estos años. Desde el #MeToo a las leyes trans.

El episodio final se ha cerrado con una referencia muy pegada a la realidad. Al final, esa cuenta atrás del cronómetro que se había puesto en marcha al inicio del capítulo, nos indicaba el momento del anuncio por parte de Donald Trump de volver a presentarse a las elecciones a la presidencia. Seis días antes de que ocurriera en la realidad, los guionistas se aventuraron a adelantar que los rivales de su partido se quitarían de en medio y que Trump volvería. Como en el primer episodio, Diane tendrá que renunciar a sus planes para un retiro dorado. Tiene muchos retos por delante y la lucha contra el fanatismo del candidato a la presidencia es uno de ellos. Volvemos otra vez al punto de partida, donde se nos promete que la lucha sigue adelante. Un final perfecto para no cerrarse puertas y para que, en cualquier momento, los King puedan idear nuevos spin offs donde seguir mostrándonos cómo es la norteamérica de hoy.