Se dice, lo dice el jefe de ese partido que ha desestabilizado el panorama político porque dentro del sistema quiere cargarse el sistema tal como se conoce, que cuanto peor hablan de él, más crece, el partido, y más se crece él mismo, el mesías. Pues ahí va mi granito de asco. Sé que no tiene comparación con el empujón que le dio Jordi Évole en el último 'Sálvados' dedicándole todo el tiempo metido como un troyano en el interior del bicho sin que el bicho lo supiera. Bonita, pero terrible jugada que simboliza en sí misma el río por donde navega la idea de libertad de prensa que tiene esta peña, idéntica a la que, con ese gesto adusto, maleducado, fanfarrón y antidemocrático usa Donald Trump cuando un medio no es de su agrado, prohibirle no sólo preguntar sino la entrada. En la campaña electoral andaluza, 'Salvados' quiso estar presente, pero le negaron el permiso.

En los mítines, el caporal del grupo que consiguió 12 escaños, se jactaba ante sus fieles de permitirse el lujo de no concederle a Jordi ni entrevistas ni el acceso con sus cámaras a sus sermones. Pero 'Salvados, Conociendo a VOX', se urdió desde donde más duele, es decir, desde dentro, y sin apenas hacer nada, o sea, encender el piloto rojo y dejar que el micrófono grabara el festival de ridículos pero potentes mensajes de odio al extranjero, a la mujer, amor a la bandera, y un puñado de agitadas mentiras que ponen los pelos de punta, a los seguidores por eso y a los no seguidores por lo mismo. Como hilo de hilván del programa se echó mano de Carlos Herrera, que analizó el fenómeno dejándome de verdad espantado por su moderación asombrosa, bendito Évole. O apaciguó su verbo de jaleador radiofónico por estar en 'Salvados', o hasta Herrera se une a la "voXmitera".