Es uno de los miembros más activos, punteros, fundamentales, de 'El Hormiguero'. Es uno de los que mejor me cae, y en televisión, sobre todo cuando uno está condenado a ver mucha televisión, los porque sí o porque no nos gusta alguien son razones más que suficientes para acercarte a un programa o descartarlo como opción.

Pablo Motos no me cae muy bien. Alejandro López sí. Es decir, Jandro sí. Jandro es mago, como Luis Piedrahita, pero éste me cae peor que Jandro, y tampoco sé por qué, o quizá sí, pero no quiero liarme. Jandro hace muchas cosas, hace trucos con cartas de verdad acongojantes que te dejan boquiabierto, pero sobre todo me gusta esa sección en la que se encierra con críos para que los adultos vean sus reacciones ante determinadas situaciones.

Un día entra a habitaciones gigantes y otro se encuentra con marcianos. Los niños, casi siempre, por no decir siempre, lo ven todo normal, sin prejuicios, no hay un canon de rechazos muy definido aún, lo que, entre otras consideraciones, tira por la cloaca más apestosa asuntos de mayores como el racismo. Hace poco la habitación era una tienda de antigüedades regentada por un chino, pero chino de película. Había una caja con un tesoro especial, un «gremlin». Ya saben, ni agua, ni sol, ni comer después de las doce de la noche. ¿Cómo reaccionaron los críos cuando el chino salió y el muñequito dulce les pidió un poquito de agua? Se la dieron. Y el peluchito se transformó en un ser horrible, juguetón y desordenado.

Ver la reacción de los nenes, sobre todo cuando el chino les pide explicaciones, es de una ternura maravillosa. Así sí, así, a trozos, sí soy capaz de ver 'El Hormiguero'. Huyo si sale Vaquerizo. Me quedo si sale Jandro.