Con permiso de El juego del calamar (les voy a confesar algo: vi el primer episodio y no me dijo gran cosa, supongo que tendré que terminar de verla por aquello de que todo el mundo habla de ella, pero no auguro gran cosa), la serie del momento es Misa de medianoche, de Netflix. Y no solo es una de las series del momento, sino que además todos hablan bien de ella. Pues miren ustedes, les voy a contar algo.

Precisamente antes de ponerme a escribir estas líneas, me tropecé en Facebook con un interesante artículo publicado en El Confidencial en el que su autor, Alberto Olmos, alertaba de cierta condescendencia por parte del periodismo cultural en tanto nada de lo que está en primera fila de la atención del gran público es malo. 

Es decir, los premiados con el Nobel son indiscutiblemente buenos, los grandes libros de las grandes editoriales (de las otras no se habla) también son buenos, las películas ganadoras del Oscar son, sin duda, buenísimas, y no hablemos de los largometrajes de Pedro Almodóvar o Alejandro Amenábar. No hacen una película mala ni aunque se lo propongan. Quiero decir, ¿realmente todo esto es tan sublime? ¿No estará pecando cierta forma de periodismo de un determinado escaparatismo que decía Olmos?

Pues bien, de Misa de medianoche no solo habla todo el mundo, sino que además la están encumbrando como una de las mejores series del año. Y, ¿es tan buena Misa de medianoche? Pues, francamente, tengo mis dudas. Vaya por delante que soy un fan de su principal responsable, Mike Flanagan, que prácticamente desde que se puso detrás de una cámara solo ha hecho buenas películas como Absentia (2011), Oculus (2013), Ouija. El origen del mal (2016), Somnia (2016), El juego de Gerald (2017) y la que quizá sea la mejor serie de terror de los últimos años, La maldición de Hill House (2018). Ahora bien, no es menos cierto que desde esta última y fantástica serie Flanagan anda un pelín despistado, al menos en mi opinión. Doctor sueño (2019) fue una película mediocre, se pongan ustedes como se pongan, y La maldición de Bly Manor (2020) fue una serie agónicamente aburrida. 

Siguiendo esta estela, me van ustedes a perdonar, Misa de medianoche es una serie imperfecta, siendo benevolentes. Para empezar, si en vez de tener siete episodios de una hora cada uno se hubiera quedado en un largometraje de dos horas seguramente ahora mismo estaríamos hablando de una obra maestra incontestable. Pero como serie de siete episodios lo que implica una historia de más de siete horas, insisto, se pongan ustedes como se pongan, Misa de medianoche no se sostiene. Sobran escenas, diálogos, personajes y situaciones hasta el delirio. La serie se reanima a partir del cuarto o quinto capítulo y, aún así, sigue habiendo mucha paja.

Y es una pena, porque Misa de medianoche, en esencia, es una historia muy buena. Insisto, habría sido una película, solo una película de duración estándar, todavía mejor, pero como serie... Entre otras razones porque Misa de medianoche es una propuesta de terror, pero del clásico, es decir, la cosa no va de sustos, sino de conceptos. La cuestión no es que sintamos pánico, sino que nos perturbemos con el fondo de la historia que se nos está planteando, que, en el fondo, no deja de ser profundamente nihilista, como el cine de terror del bueno.

Se ha dicho de Misa de medianoche que es una serie anticatólica. Yo no diría tanto. Es cierto que hace un truculento paralelismo entre la religión cristiana y uno de los monstruos clásicos del terror, pero creo que semejante experimento solo puede provocar reflexiones interesantes y cuestiones muy estimulantes para darle vueltas en la cabeza. Además, cualquiera con dos dedos de frente sabe que, al final, el protagonista está equivocado (y lo vamos a dejar ahí). Verán que no les he apuntado una línea de su sinopsis, pero créanme, mejor así. Dejémoslo en que la historia se desarrolla en una apartada isla a la que llega un nuevo sacerdote para sustituir al anterior, teóricamente enfermo…

En resumidas cuentas, ¿la recomendaría? Sí, pero con reservas. No es la serie del siglo, ni la mejor del año y ni siquiera es la mejor propuesta de Mike Flanagan. ¿Hay cosas mejores que ver que Misa de medianoche? Sí. Pero si se empeñan en verla por aquello de que les pica el gusanillo, tengan muy presente de que hay que apartar mucha paja antes de vislumbrar la gran película (que no serie) que hay detrás.