Hace treinta años era fácil llegar a la cantina de la Convalecencia. Bastaba con dejarse llevar por el olfato. Las tortillas, los bocadillos de lomo y las gambas a la plancha se convertían en protagonistas del lugar desde el comienzo de cada jornada. Pepe Mondéjar, mucho más conocido por Pepe el de La Cantina, fue durante años el personaje más popular de la Convalecencia. Y el más querido. Sobre todo por las muchas docenas de comensales que se acercaban diariamente a una barra abigarrada de oferta culinaria.

Era el lugar estratégico para encontrarse con todos. Con jefes y secretarios, con estudiantes y ordenanzas… O con cualquiera, porque la cantina se llenaba cada mañana con gentes ajenas a la universidad, que acudían al reclamo de la comida que ofrecía Pepe a unos precios muy populares. Y también al de su proverbial simpatía y la de su esposa, Fina. Era capaz de contar un chiste mientras servía una tostada o de contar cualquier chascarrillo mientras servía un cortado.

No fueron días de vino y rosas, sino de caña y café, pero un mal día acabó. El atentado contra Manuel Broseta cuando se dirigía a dar clase en la Universidad de Valencia, y el del policía Rabadán en Murcia, acaecidos en enero y febrero de 1992, llevaron a las autoridades académicas a replantearse la conveniencia de cerrar la cantina.

La imagen, realizada por este cronista, muestra a Pepe Mondéjar en la cantina de la Convalecencia en plena faena. Era el 30 de marzo de 1992.