Casi nadie de los que lean estas líneas habría llegado a la Universidad de Murcia ese año, pero en 1955, siendo rector Manuel Batlle, se ofrecían ya en este centro Cursos para Extranjeros.

El periodista Francisco García Baró explicaba la importancia que había ido adquiriendo paulatinamente la Universidad de Murcia con la construcción de nuevos edificios desde los años 40 (el de Ciencias y el Colegio Mayor Cardenal Belluga), la instalación de nuevos laboratorios, bibliotecas...

Los cursos para extranjeros, que habían nacido en los años 20 en Madrid y Santander, llegaban ese año a Murcia y se instalaban en el Colegio Mayor Cardenal Belluga, donde «la perfección de sus instalaciones» dejaba a los 35 estudiantes extranjeros (ingleses y franceses sobre todo, pero también alemanes, daneses, suizos y estadounidenses) que nos visitaron ese año prácticamente boquiabiertos.

Durante varios días los murcianos pudieron ver, un tanto perplejos, a aquellos grupos de extranjeros deambulando por la huerta, el Malecón, la Fuensanta, la Glorieta o asistiendo al Museo Salzillo, y, sobre todo, degustando las tapas de los bares murcianos (Los Zagales, el Garrampón, el Jumillano, Pepico del Tío Ginés€), de las que aquellos visitantes hablaban con delectación. «¡Oh, las tapas murcianas!», decía una estudiante francesa apellidada Declerc, cultivada y conocedora de seis idiomas, a quien el periodista sólo encontraba un defecto (sic), que expresaba en un reportaje periodístico: «No le gustan las habas frescas, sino en guisos o como tapas».

Entre los profesores de esos cursos se encontraban nada menos que Muñoz Cortés, Baquero Goyanes y Valbuena Prat, que enseñaron a aquellos estudiantes Fonética y Gramática española, Traducción, Lexicografía, Literatura, así como la impartición de diversas conferencias monográficas y audiciones musicales.