Al abordar una novela histórica, el marco temporal puede pesar de tal forma al autor, que el texto se convierta en una cansina enciclopedia divulgativa sobre las costumbres e intrigas de las clases dirigentes en forma de una nada velada lección de Historia. El otro riesgo es que se vuelva una excusa para una novela cuya trepidante y superficial acción poco aporte al lector sobre la época en la que transcurren los hechos, salvo una colección de tópicos.

Estos dos extremos los ha sabido evitar con pericia la madrileña Lucía Núñez García (1976) en su primera novela, El cocinero y la ostra, que acaba de publicar Reino de Cordelia en una cuidada edición.

Ambientada en 1753 en la corte del rey francés Luis XV, El cocinero y la ostra supone un ejercicio de notable equilibrio narrativo que de inmediato sumerge al lector en el fastuoso universo de Versalles. Por otra parte, ofrece una intriga muy bien trenzada y de buena calidad literaria, con claros ecos de Las amistades peligrosas de Pierre Choderlos de Laclos, no faltan ni el ingenio ni el erotismo.

Pero mientras la novela del malvado vizconde de Valmont abandona poco los oropeles cortesanos, El cocinero y la ostra tiene el acierto de trasladar buena parte de la acción a un 'chateau' de la Francia rural, donde una nueva amante del rey, rival por tanto de la poderosa Madame Pompadour, espera la llegada del monarca, que ha salido de palacio con la excusa de organizar una partida de caza.

Lucía Núñez demuestra conocer a la perfección la Francia de mediados del XVIII, tanto el de las camarillas palaciegas como el de las clases más bajas. El vehículo para presentarnos este mundo marcadamente estamentario será un cocinero español, Diego Hurtado, que de paso nos dará a conocer la alta cocina de su tiempo.

En un guiño a la novela de moda en el XVIII, la epistolar, en El cocinero y la ostra abundan las cartas tanto como está presente, con todo detalle, el servicio de postas, que jugará un papel muy importante en la intriga.

A la hora de hablar de la calidad literaria, está plagada de diálogos ágiles, muy bien adaptados a cada clase social, mientras que la ironía y la causticidad forman el aura de algunos de los personajes de más altos vuelos. Por lo demás, las escenas eróticas están muy bien logradas y las descripciones de ambientes y paisajes suenan hermosos y poéticos: «Masas de robles parecían abrazarse entre sí para protegerse de la niebla, formando rodales que asemejaban lejanos ejércitos y rompían la suavidad de los campos de cultivos».

En resumen, un estupendo y prometedor debut literario.