Todo niño sueña con tener una casa en un árbol. En el cine y la televisión, siempre se plantea como un espacio en el que ser ellos mismos sin la intervención de los adultos, pero dado que el curso está dando sus últimos coletazos, os animo a ser parte del juego de los más pequeños, ayudándoles a tener en casa -hacerla en un árbol es más bien cosa de las películas- una zona de juegos.

El reciclaje se impone como elemento básico en estos quehaceres. Estamos rodeados de auténticos tesoros a los que les damos poco valor por ser viejos o usados, pero que en estos casos nos van a servir de mucha ayuda. En nuestro caso, nos hemos servido de varios palés como base. Si no tienes, se pueden conseguir en infinidad de sitios: en almacenes, en supermercados en la zona de carga y descarga, en incluso junto a algunos contenedores, y son estructuras de madera que, una vez limpiadas y pintadas, son perfectas para nuestra 'casa-árbol'.

Eso sí, hemos de ser cuidadosos con las terminaciones, sobre todo con púas o tornillos salientes que pudieran lastimar o facilitar enganchones. Hay que dedicarles tiempo y, si nos ayudan los peques a la hora de pintar, por ejemplo, se sentirán protagonistas y felices de poder aportar su granito de arena y compartir con nosotros algo diferente. Como siempre digo, es importante y necesario, para el desarrollo de su inteligencia emocional, compartir momentos en los que la cooperación y la ayuda sean el elemento dominante, dejando atrás aspectos relacionados con la competitividad.

Cuando la base ya esté tratada, lijada y pintada, pasamos a buscar maderas que puedan servirnos para dar forma a las paredes de la casa. Aquí hicimos un buen uso de unas puertas correderas y ventanas exteriores de PVC que tiraron tras una reforma. La pintura en espray de distintos colores nos viene de perlas para darles el color que más nos guste, bien en tonos mimetizados con la naturaleza o los tonos más locos que prefieran los peques de la casa.

Para darles intimidad y que no se sientan observados, se les puede colocar un techo con una lámina plastificada. Así conseguimos que sientan el espacio como propio, así como que se encuentren protegidos de las posibles inclemencias del tiempo, tanto si la casa se construye en un jardín, huerto, patio o terraza, como en la parte interior de la vivienda.

Una vez terminada, la imaginación adopta un papel principal. Pueden los niños ser piratas, astronautas..., cualquier personaje que quieran recrear, no hemos de meternos los adultos ahí. Si tenemos ya unos años, nos acordaremos con cierto encanto de una mítica serie como era Pippi Calzaslargas. Pues bien, la idea es esa: permitir en cierto modo la libertad del niño en su mundo y universo especial unido al juego y a la visión del mundo a través de sus ojos.

El exceso de Internet, de series de televisión y de videojuegos nos dejan a los niños hipnotizados frente a las pantallas cuando lo que realmente necesitan es aire libre y mucho juego. En esta ocasión no es cuestión de ir al parque o ir con la bici, es cosa de crear mundos en los que se expresen y externalicen su forma de ser y sentir. En casa se han de respetar a su vez, los espacios o zonas en los que ellos se sientan cómodos para jugar.

Los niños disfrutan más debajo de una escalera con una colcha tapando un frente y toallas dispuestas en el suelo como una cabaña, que sentados en el sofá impecablemente vestidos. Mancharse, tirarse al suelo, untarse las manos y estar cómodos les ayuda a sentirse relajados y felices. El estrés que a veces generamos los adultos de manera inconsciente con las prisas y los horarios milimetrados, lo único que hacen es hacerles sentirse vulnerables y en continuo estado de tensión.

Para una infancia feliz, un desarrollo emocional saludable y un espacio propio en el que se sientan escuchados y con voz propia, los adultos tenemos que pararnos a escucharlos y mirarlos a los ojos. Abrazar a nuestros hijos varias veces al día, decirles lo mucho que los queremos y, sobre todo, ser conscientes de sus sentimientos, les generará un estado de seguridad y de bienestar impagable. Construyamos una casa en el árbol de manera metafórica no sólo en la vida real, sino también en la emocional para ayudar a nuestros niños a crecer fuertes y sanos afectivamente. Si habéis visto la película Inside out, de Pixar, tenemos en ella un ejemplo clarísimo de la importancia de las emociones en la vida de una persona, y más en la de una niña.

Os invito esta semana a hacer un parón y observar los espacios de juego de nuestros pequeños. Construyamos una casa junto al árbol de la vida, con las personas que tenemos en el día a día. En nuestro caso, por ejemplo, la preciosa casa del árbol no habría sido posible sin la maravillosa colaboración de un abuelo entregado a sus nietos. Con el cariño y el tesón de sus manos, ha hecho posible que sus nietas suban a jugar a una casa desde la que divisan el mundo con los ojos del corazón.