Al celebrado asesor fiscal, si es que la fiscalidad alguna vez puede ser celebrada, Andrés Muñoz Pérez, le pega llamarse Aston Martin. Sí, en primer lugar porque es un nombre pegadizo y suena bien; suena como a nombre de actor soberbio, aunque Andrés Muñoz carezca de tan significado pecado capital y disfrute, a todos los efectos, de la virtud teologal de la humildad. Y en segundo lugar porque quien nos ocupa es un apasionado de la marca inglesa de automóviles desde los tiempos de su fundación.

La rueda, inventada en el Neolítico, fue decisiva para el progreso del hombre hasta nuestros días, y mucho más lo fue para forofos motorizados como el señor Muñoz Pérez. Ya en la niñez, derrapaba en su silleta de bebé con la lógica preocupación de sus atentos cuidadores. Desde entonces ha coleccionado cochecitos de pedales, miniaturas Minicar y todo tipo de vehículos con ruedas hasta la fecha: motocarros, viejas furgonetas, modelos obsoletos; deportivos, descapotables, utilitarios, autos de gran lujo pasados de moda y así hasta un largo etcétera.

La desesperación de don Andrés llegó en sus años de mili. Su servicio para la con la patria le provocó toda una depresión cuando le asignaron una bicicleta para llevar y traer el correo oficial desde el Cuartel de Artillería hasta el Gobierno Militar, en esos años en la calle de Isidoro de la Cierva, en Murcia.

Aseguran quienes le conocen que llegó a imitar con perfecto realismo el sonido de las válvulas de un Ferrari con la boca, con la finalidad expresa de superar sus fobias al cumplir las misiones de recados que la superioridad le ordenaba en la bicicleta Orbea, decorada con los colores nacionales, signo externo del vehículo militar que tripulaba.

Don Andrés posee una cama con volante y ventanillas; una mesa de despacho con volante, parabrisas y asiento deportivo; un sofá que imita un Fórmula 1 y un retrete con tres pedales: embrague, acelerador y freno. A los mandos de un magnífico Porsche, vehículo perteneciente a su extensa colección, don Andrés es feliz cuando recorre el litoral y toma los baños sin descender de su deportivo; igualmente cuando participa en caravanas de automóviles clásicos que visitan pueblos y pedanías en fiestas y siente el orgullo en las carnes al ver sus coches admirados.

Un gran profesional, un trabajador nato y una mente privilegiada, que precisa de un hobby: los automóviles, su gran pasión.