Fantasía pictórica

Le reconozco en su obra, nos reconocemos mutuamente en el albedrío de un juego artístico. Solo hay un Esteban Linares; algún día le haré una proposición en la que saldrá perdiendo a buen seguro, le intentaré cambiar una obra de su mano por una de la mía. En genios de la pintura universal pueden observarse duplicidades; incluso más multiplicaciones, en este pintor eclosionado en la generación de los 80, sorpresa para algunos, no existe más que una personalidad. Lo ha dicho públicamente: «Tengo la sensación de estar pintando siempre el mismo cuadro». Es una emoción positiva, se trata de la frecuente insistencia en su propia fantasía. Ese es su camino y debe defenderlo a golpe del trazo libre que le recomienda un hada invisible.

Esteban es curioso. Debe ser por su calidad de docente, se interesa por lo que ha ocurrido en Murcia, busca y lee, se entera de quiénes fueron y qué hicieron los de antaño. Se documenta, nunca para que le influya lo más mínimo el pasado; quizá las influencias que nosotros vemos en él, él mismo no las haya percibido. La fantasía tiene esta forma de manifestarse. Yo miro su pintura y me acuerdo de Dufy; sería aún más Dufy si se frivolizara en la línea que en Linares es contundente y en el francés, libertina. Pero los dos son espiritualmente divertidos. Dibuja al aire de su temperamento grande; hace caricatura del paisaje urbano, me gusta más la panorámica que me cuenta Linares que la realidad hiper trasnochada. En arte todo encierra cierto misterio y tesoro; no está a la mano del gran público, hace falta un sensor caro en nuestro cerebro, pero es posible destapar el milagro. Al pintor Esteban Linares le recomendaría que, si no lo ha hecho ya, se interesara por la obra de Bernard Naudín que hacía caricaturas para la cabecera de Le Cri de París; verá a Goya y se quedará sin aliento al descubrir la amable tragedia del arte. La capacidad de dicción que tiene la línea.

A Esteban Linares le interesan los juegos de azar y los vegetales que dan vida a las serigrafías; ese luminoso bagaje de tintas planas que, unas sobre otras, producen la algarabía de la pintura. Y por último, el negro, como fórmula artística, la seña de identidad de un artista; ese negro (su dibujo) enmarca, cierra filas al tránsito de color de las primeras estampaciones. Sus serigrafías son una delicia matemática y a la vez balbuceante, en ello está la gracia, la sencillez y la personalidad. Ahí está, otra vez, Dufy, riéndose al compás que Esteban del mundo trágico del arte.

El camino de Esteban es claro, goza de un horizonte elegido; transita su espacio, trabaja sin vacilaciones; los atormentados artistas, sujetos a la modernidad aparente, deben envidiarle en silencio o bien copiar sus acentos, les garantizo felicidad.